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Vivir en Cuba y ser Queer ha sido elección. Mi vida es un fino equilibrio entre el ejercicio de la maternidad, el feminismo y el marxismo crítico.

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viernes, 26 de septiembre de 2014

Títeres para adultos, autogestionados y transformadores

El Equipo Gestor de la Bacanal del Títere para Adultos puso en circulación una convocatoria de apoyo económico que rompe con los modelos al uso de financiamiento del arte en Cuba y pone sobre el tapete el impacto de la “actualización del modelo económico” para la política cultural del país.

 

El mensaje circula por vía correo electrónico entre intelectuales relacionados con las artes escénicas cubanas. Se solicita ayuda para reunir 3 200 euros antes del 25 de octubre. La suma es necesaria para financiar la II Bacanal del Títere para Adultos. Aunque se trata de un evento aprobado por el Consejo Nacional de las Artes Escénicas, el presupuesto asignado no cubre los gastos, pues el excelente resultado de la primera edición (2012) provocó que catorce grupos teatrales cubanos y siete extranjeros se inscribieran para presentarse en los escenarios de La Habana en noviembre. De acuerdo al Equipo Gestor, se trata de un crecimiento de 300%.

 

Cualquiera sabe lo que implica un aumento presupuestario inesperado donde la burocracia está al mando: si los recursos existieran, llegarían en seis meses.

 

Pero el Equipo Gestor está decido a tener la Bacanal ahora, así que aplicaron con su proyecto a la web de crowfunding Verkami y ya tienen un sitio donde recoger los aportes de fanáticos del títere o de Cuba, parientes y amigos solidarios: http://www.verkami.com/projects/9737-ii-bacanal-del-titere-para-adultos. Se reciben donaciones a partir de 5 euros. Las recompensas para los Mecenas dependen de la cantidad aportada.

 

Lo reunido se destinará al traslado de los diez grupos teatrales de distintas provincias de Cuba hacia La Habana, y su alojamiento durante toda la Bacanal. Si se superan los 3 200, quedará un poco para la organización de la III Bacanal, en 2016. Como es habitual en este tipo de empeño, si en cuarenta días no se ha reunido la cifra, las donaciones serán devueltas. Lo más probable es que la Bacanal no se pueda realizar más si esto falla.

 

Además, están las implicaciones para la política del Ministerio de Cultura respecto a su control de las iniciativas artísticas de Cuba. Si un evento logra conciliar el apoyo estatal con la gestión de fondos desde el extranjero sin involucrar a grandes fundaciones o compañías, sin hacer concesiones estéticas o políticas, otras ideas ahora contenidas podrían ponerse en marcha y poner más peso del lado de creadores y promotores en la política cultural del país.

 

El proyecto Bacanal del Títere para Adultos surgió a principios de la década para recuperar y actualizar el teatro de figuras para adultos en Cuba. La práctica, normalizada en muchos países de larga tradición titiritera –Rusia, India, Gran Bretaña, Estados Unidos–, floreció en Cuba durante la quinta y sexta década del siglo XX, cuando los hermanos Camejo y Pepe Carril lideraban con su genio creador el Teatro Nacional de Guiñol. Esta línea creativa fue prohibida durante la década de 1970, durante la persecución política llamada “Quinquenio Gris”.

 

No deja de ser paradójico que una cacería de brujas guiada por la defensa de los “puros ideales soviéticos” prohibiera una expresión escénica altamente valorada en Europa Oriental. Los titiriteros se presentaban regularmente a sala llena en Moscú y Praga, de día –para enseñar los valores “del hombre nuevo” a escolares– y de noche – con libertad para escenificar textos clásicos o contemporáneos sin respetar el “realismo socialista”. Porque hasta los comisarios sabían que el títere no puede ser realista.

 

No es hasta finales de la década de 1990 que regresan los títeres para adultos a la escena cubana, pero ha sido un fenómeno esporádico, por casi dos décadas. En 2012, después de mucho bregar, se realizó la primera edición de la Bacanal del Títere para Adultos. El evento atrajo bastante público –agradablemente sorprendido de la capacidad expresiva de los objetos usados en función dramática– y reveló a la crítica profesional el potencial creativo de grupos de teatro hasta entonces cómodamente etiquetados “para niños”.

 

Si el Equipo Gestor de la Bacanal logra financiarse a través del Micromecenazgo y estabilizar su presencia en el calendario escénico cubano, habrán cambiado algo más que el teatro cubano, para bien.

 

¿Tienes 5 euros?

 

Publicado en HAVANA TIMES

jueves, 11 de septiembre de 2014

Mi madre y yo emprendedoras

Este martes fui con mi madre a sacar una Licencia de Trabajo por Cuenta Propia. Vamos a unir capital y talento, dejaremos de hacer lo que estudiamos -ella pedagogía, yo teatro- para ganar dinero y aportar al PIB nacional. Nos esperan muchos modelitos, sellos y oficinas calurosas.

 

 

Empezó en julio, cuando mamá decidió que no volvería al aula.

 

Mi madre es maestra de oficio y vocación, de las que inventa juegos didácticos mientras lava platos. Ejerce desde niña –Campaña de Alfabetización de 1961–, vio las buenas y malas del oficio, tiene exalumnos en todos los sectores y –supongo- muchos países. Hasta junio controló el aula desde su escaso metro con cincuenta y ocho, merced de una voz tonante, vista ágil y lengua ácida para responder las frescuras de cualquier adolescente. No lo deja porque la juventud esté perdida –aunque cree que lo está–, sino por la burocracia alrededor del cuerpo docente, que la asfixia.

 

Durante el verano comprendió que cuando tienes A [el retiro de una maestra no alcanza] + B [sentarse en casa a cuidar del nieto es un suicidio mental] lo único que obtienes es C [buscar un nuevo quehacer pronto o me vuelvo loca]. Así que recordó que de niña se hizo un vestido con papel crepé de modo autodidacta –tenía siete años–, lo que le valió matrícula expedita como aprendiz de la modista del barrio. Aquellas clases cimentaron un oficio, y a veces pienso que mi madre podría haber sido diseñadora de modas, en lugar de maestra. 

 

 

Recuerdo los fines de semana en que mamá despertaba “inspirada”. Se sentaba en la máquina de coser –un elefante de la RDA que seguro diseñaron en octubre de 1945– y no paraba más que para tomar agua o ir al baño. La comida llegaba del piso de abajo –mis abuelos maternos– y yo sabía que el traqueteo solo sería interrumpido para medirme y probarme las nuevas piezas. Así pudimos sortear con guardarropas elegantes y cómodos los horribles diseños industriales de los 80, las tiendas desiertas de los 90, y, con el alba del nuevo milenio, el regreso de los malos diseños, ahora a precios inaccesibles.

 

Dicen que en el mercado la clave está en el nicho que explotas. Mi madre lo encontró de casualidad, mientras discutíamos en la mesa del comedor la difícil situación de una parienta para encontrar uniformes de la talla de su hijo, que es “un poco” alto para su edad. Del chisme saltamos a las amargadas reflexiones socio-económica sobre la desaparición de la industria nacional de confecciones, por lo que las tiendas están llenas de diseños feos y tejidos baratos llegados desde China. Luego alguien recordó que otra parienta, arquitecta, diseñó el complejo industrial textil de Santa Clara, glorioso elefante blanco de la era del CAME que, se dice, los chinos transformarán en una maquila.

 

Seguimos despotricando de la difunta URSS y el actual PCC, con intelectual elegancia y numerosas citas a los clásicos del marxismo, pero ella no escuchaba, porque tuvo su epifanía: Desde siempre, la industria nacional entrega los uniformes escolares tarde, la distribución de tallas es disfuncional y las cuotas de una o dos camisas no cubren las necesidades del clima y la higiene. Haría camisas escolares.

 

 

Compró la tela, rastreó como un sabueso los botones. Regamos la bola con vecinas y madres de niños en edad primaria. Los encargos han empezado a llegar, y está feliz porque es como seguir en la escuela –los uniformes, la adrenalina del curso escolar, la infancia–, pero sin burócratas y con la coraza de una máquina de coser –ahora una Singer antediluviana de paso silencioso.

 

Comprobado el nicho y la viabilidad contable, pasamos a la fase de inversión de capital: máquina de coser nueva, licencia legal, anuncio en Revolico.

 

Como técnicamente estoy desempleada –sin estar en la UNEAC ni haber publicado un libro no puedo pagar impuestos–, unirme a mi madre en su negocio de costura es el único modo más o menos fácil de pagar seguridad social. Me parece absurdo, claro, pero hasta que el Ministerio de Cultura renuncie a gestionar los impuestos del gremio a partir del “prestigio” y empiece a basarlos en la “producción” tendré que jugar a las escondidas con la ONAT.

 

Así que el miércoles que viene tendré un carnet que me hará capitalista certificada de la industria del vestuario. Encima tendré que contratar a mi madre, porque… No quieren saberlo.

 

Deséennos suerte.

 

Publicado primero en Havana Times