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Vivir en Cuba y ser Queer ha sido elección. Mi vida es un fino equilibrio entre el ejercicio de la maternidad, el feminismo y el marxismo crítico.

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sábado, 22 de febrero de 2014

Feria 2014: Ebooks, piratas y un adolescente con tablet

La Cabaña, mañana de sábado. Cierro la puerta de la sala Nicolás Guillén y dejó fuera risas de niños, tropel de ventas, las quejas de dos hombres que luchan con un bloque de hielo. Aquí la penumbra, el fresco y el escenario rojo llaman a la reflexión. Hoy es la última jornada del Encuentro de Editores y Traductores de la Feria Internacional del Libro de Cuba –que ya es valorado como el mejor de los últimos años por la coherencia del programa y el foco sostenido en los retos editoriales que se avecinan.

El primer panel de la mañana ya está listo: Basilia Papastamatiú será moderadora entre las intervenciones de Carlos Fernández Ballesteros, Rafael de la Osa, Enrique García Martín, Mónica Boretto y Juan Carlos Santana. El tema propuesto, “El libro electrónico en Cuba. El derecho de autor en el entorno digital”, es muy candente en el gremio, pues la Presidenta del Instituto Cubano del Libro ha sido clara en su interés por desarrollar esta línea de trabajo.

La apuesta del ICL por los ebooks –usaré el término en lugar de “libro electrónico”, “libro digital” o “ciberlibro” por pura comodidad – y el aumento en las calles de la isla de jóvenes con los pantalones a la cadera y armados de todo tipo de artefactos con botoncitos ha provocado una -¿otra?- ola de pánico entre autores puristas –que imaginan miles de copias por las que no recibirán un centavo– y editores “analógicos” que suspiran por el olor del libro recién impreso y su mística –sin dedicar un instante a pensar en los tóxicos de la tinta y los árboles inmolados en el proceso del papel.

El primero en hablar es Carlos Fernández Ballesteros, Presidente del Instituto Uruguayo de Derecho de Autor —IUDA—y del Grupo ALAI, Uruguay; miembro del comité ejecutivo de la ALAI; miembro de honor del IIDA; ex Subdirector General de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI, pertenece a la ONU).

Comenzó dando las gracias por la oportunidad de participar en la Feria del Libro de Cuba, la cual calificó como la más linda y colorida que conoce, después de haber pasado por Frankfurt y Guadalajara. No es poco halago, la verdad. Luego se lanzó al tema:

Opina Fernández Ballesteros que el ebook no es un problema para el Derecho de Autor, sino un problema técnico, soluble. Se trata de un soporte diferente del papel, pero sigue las reglas sobre reproducción defendidas por el Convenio de Berna. Abundó en el asunto de las preocupaciones comunes frente a este proceso tecnológico a través del enfrentamiento a la piratería, que es dañina en todos los campos y soportes.
Recordó a la audiencia que el Convenio de Berna para la Protección de las Obras Literarias y Artísticas –coloquialmente Convenio de Berna– es un acuerdo internacional que nació el 9 de septiembre de 1886. Fue completado, a través de procesos de consulta y consenso, en París, el 4 de mayo de 1896. Desde entonces sucesivas revisiones (Berlín, 1908; Berna, 1914; Roma, 1928; Bruselas, 1948; Estocolmo, 1967; París, 1971 y 1979) han incorporado y normado el impacto de las nuevas tecnologías que marcaron el siglo XX, como el fonógrafo y la fotocopiadora.

Un Convenio así, aseguró, es capaz de asimilar este desarrollo tecnológico y enfrentar a las asociaciones de internautas que quieren ir sin control por la internet, navegando, y que consideran el respeto al Derecho de Autor un obstáculo –nota rara, dijo que nunca había conocido a un internauta.

Luego expuso las tres líneas fundamentales de los Acuerdos de la OMPI sobre el Derecho de Autor en Internet (Ginebra,  20 de diciembre de 1996): los Derechos de Autor continúan aplicándose a las reproducciones digitales tal y como están ya definidos, el almacenamiento de archivos digitales equivale a la reproducción de contenido y el Derecho de Autor está por encima del derecho privado de reproducción.

La última recomendación de Carlos Fernández Ballesteros fue que Cuba se uniera a los tratados internacionales de Derecho de Autor, para que podamos protegernos. Aunque no me quedó claro a quién hay que proteger de quién en su lógica. Cerró con una cita de Vargas Llosa -¿por qué me sorprendí a esas alturas?

No es sorpresa que, con sus credenciales profesionales, toda la preocupación de Fernández Ballesterosse enfoque en cómo evitar que la gente agarre el conocimiento por la izquierda y deje a las empresas en la miseria. Es neoliberalismo hecho poesía de consumo y plusvalía ¿no? ¡Fukuyama sea loado!

El segundo ponente fue Rafael de la Osa, director de Cubarte, el Centro de Informática del Ministerio de Cultura (MINCULT), que se refirió a la estrategia de su entidad hacia los ebooks.

De la Osa comenzó aclarando que su entidad tiene ya diez años de trabajo en diversos frentes de lo digital: edición de discos multimedia, periódico digital en tres idiomas, servidor para más de 800 webs de instituciones diversas, servicios de enlace entre las entidades del MINCULT de toda Cuba y servicio de correo electrónico.

En 2013 Cubarte presentó su primer libro electrónico: un álbum de fotografías. El reto técnico principal de este proyecto estaba en lograr que las imágenes se vieran con buena calidad en cualquier formato de lectura o lector portátil. De ahí surgieron varias preguntas, como si era pertinente incluir música acompañante y si la información de la música usada debía incluir las partituras correspondientes.

Otra fuente de material para los ebooks son los archivos acumulados en una década de generación de contenidos. Así, se han hecho a partir de CDs multimedia (Van Van, Ernesto Lecuona, Wilfredo Lam, Alicia Alonso), con selecciones de columnas publicadas en el periódico (Nelson Herrera Ysla), con partituras de música tradicional cubana (que no se encuentra en la red ni pagando) y al llevar un paso más allá libros impresos, cuyos autores quieren enriquecer la experiencia.

Los planes futuros de Cubarte son invertir el proceso: ya que en Cuba el acceso a lo digital sigue siendo un problema –falta de infraestructura–, se han hecho selecciones de lo mejor del periódico en francés de Cubarte para sacarlo impreso anualmente y circularlo entre la comunidad francófona del país –muy dependiente del inglés.

Para concluir, Rafael de la Osa afirmó que nada tiene que temer el libro del ebook. Son mundos diferentes y cada uno ocupara su cuota de mercado, se complementarán.

El tercer turno fue de Enrique García Martín, representante de Ruth Casa Editorial. Este sello ha hecho una fuerte apuesta por el ebook y la promoción de contenidos ricos en marxismo en formas atractivas para la nueva generación, basta mirar su web para comprenderlo.

El objetivo de su ponencia era analizar las ventajas e inconvenientes actuales del nuevo formato, que no es menor ni superará al libro –porque son objetos diferentes-, pero todo parece indicar que se impondrá en el gusto de las nuevas generaciones. Cierto, el ebook o es confiable –aún- para el almacenamiento a largo plazo ni para materiales protegidos por Derecho de Autor, pero eso es cuestión de tiempo.

Mientras, los retos que enfrenta Cuba son otros: hay pocos títulos disponibles, el proceso editorial tiene un alto costo, los creadores desconfían del producto y reciben poca ganancia, la comercialización es difícil por la rígida política de precios, la piratería asola las costas virtuales de Cuba.

Luego citó algunos de los recursos desplegados por otras entidades del mundo, que se resumen a: conoce a tu cliente hasta sus más íntimos deseos de lectura y cólmale de atenciones personalizadas, de modo que te prefiera a un PDF gratuito y con erratas.

Su exposición fue concisa, bien argumentada. En sus conclusiones, García Martín reafirmó la apuesta de Ruth Casa Editorial por la diversificación de sus productos y la defensa del ebook.

Mónica Boretto, abogada asesora de la Cámara Argentina de Publicaciones, fue la cuarta ponente.

Primero dio las gracias por la invitación a La Habana. Opinó que se trata de una experiencia maravillosa, donde hay muchísimo público. Elogió también el nivel técnico de los editores y la calidad de los libros a la venta, de literatura y ciencias. Por eso mismo hay mucho que proteger en Cuba a través del Derecho de Autor.

Para ella, la tecnología digital y la red de redes son parte de una revolución tecnológica que trajo una revolución cultural. Pero niega que ello pueda llevar a la muerte del Derecho de Autor y de la creatividad. Un valor innegable de este cambio ha sido la democratización del acceso al conocimiento, ya que las TICs y la banda ancha inclinan la balanza hacia el lado de quienes consumen, reducen el costo de la lectura hasta casi hacerla gratuita.

Aunque suene redundante, me pareció pertinente la aclaración de Mónica Boretto de que es imposible dar marcha atrás a la tecnología –conozco a varias personas que profesan el ludismo antidigital-. En cambio llamó a adaptar la legislación de Derecho de Autor, para ello no basta, por las dimensiones del cambio, con las iniciativas privadas o pequeñas, es imperativa la intervención estatal y el diseño de políticas culturales coherentes.

Estas medidas deberán seguir los principios de la legislación vigente aún viables: la neutralidad tecnológica (que la internet es un soporte más, un medio, no un fin en si mismo), se debe extraer valor del intercambio y el Derecho de Autor no puede ser obstáculo a la creatividad ni defensa para intereses corporativos.

Llamó la atención sobre la urgencia de actualizar las legislaciones. La Ley de Derecho de Autor cubana data de 1975, la de Uruguay de 1937 y la argentina de 1933. Deben actualizarse y lograr coherencia, pues se trata de legislar localmente (a nivel nacional) sobre procesos de escala mundial cuyos marcos ya fueron acotados por el Acuerdo de la OMPI de 1996.

La abogada aportó un elemento nuevo para mi: la ganancia por el tráfico de archivos digitales va ahora a las empresas proveedoras de internet, que no producen nada. ¿Significa que es a esas empresas a las que hay que facturar el Derecho de Autor y evitar que pasen la factura a los consumidores? También llamó al desarrollo de infraestructura, pues en la realidad digital la calidad de las plataformas influye en el comportamiento social y la capacidad de control del Estado.

Como sugerencias finales propuso que: los modelos de licencia que se generen en lo adelante deben tener alcance mundial, en tanto deben enfrentar al comercio mundial; que el Derecho de Autor se simplifique, que sea más fácil bajar copias legales a partir de precios económicos y reglas claras; que el Estado diseñe respuestas junto a editores y autores para que las políticas públicas resultantes sean efectivas.

La última ponencia fue del director de la Editorial Nuevo Milenio, Juan Carlos Santana. Su objetivo fue presentar el trabajo del ICL en 2013 con los ebooks.

Mencionó el antecedente de la editorial Félix Varela –encargada de los libros para la Universidad de La Habana–, que en diciembre de 2012 provocó un salto tremendo en la cantidad de títulos publicados en Cuba, con más de 900 a su haber. ¿Cómo superaron el límite económico? Con la apuesta por los ebooks.

Tras ese ejemplo, en 2013 la dirección del ICL estableció un plan para el desarrollo de ebooks de modo sistemático en las editoriales bajo su control directo. Pero se hicieron menos títulos que en 2012, ¿por qué?

Santana reconoció que toda la estructura del ICL y sus editoriales ha hecho una resistencia sorda al cambio tecnológico. A ello se suman los problemas –reales- de base material para su desarrollo y la falta de condiciones para el pago de este trabajo editorial específico.

Para este año se solicitó al MINCULT un presupuesto separado, orientado al financiamiento de los ebooks. Es necesario, ya que los sellos ya van apretados de presupuesto y estos productos son una inversión de alto riesgo. A pesar de los obstáculos –¿el miedo?–, hay en la dirección del ICL la convicción de que hay que desarrollar la producción digital, o la industria editorial cubana quedará más retrasada aún respecto a entidades de otras naciones, algunas de las cuales facturan hasta 35% de las ganancias anuales de los ebooks, aseguró.

Pero 2013 no fue de pérdidas completas. En este momento hay cinco editoriales con grupos de trabajo bien organizados en el tema: Capitán San Luis, Gente Nueva, Cubaliteraria, CITMATEL, Félix Varela y Nuevo Milenio. La mayor parte de los 200 ebooks que se planifican para 2014 saldrán por esos sellos.

Las presentaciones fueron claras, en el debate solo hubo dos preguntas: ¿Qué hacen las universidades de países del Tercer Mundo frente al Derecho de Autor? ¿Cómo planea Cuba recuperar la inversión “de alto riesgo” de los ebooks si mantiene para estos productos la misma política de subvención a la cultura?

A la primera respondieron Carlos Fernández Ballesteros y Mónica Boretto: La Ley de Derecho de Autor prevé excepciones para los grupos vulnerables, como débiles visuales o estudiantes. En Cuba la legislación ya tiene gran espacio para el uso educativo de los libros, y opinamos que eso no debe cambiar. De lo que se trata es de proteger el contenido fuera de Cuba, de que su uso genere ganancias al país.

Sobre los costos de los ebooks en Cuba opinaron, Juan Carlos Santana y Rafael de la Osa.

Santana: Como todo proyecto cultural, la planificacion de los ebooks tiene que ser clara sobre la parte económica. No se trata de recuperar el dinero, sino de saber cuánto cuesta. Para resarcirse del gasto, cada editorial tendrá que ser creativa, aprender de las experiencias de otros lugares.

De la Osa: Internet cambió el modo de hacer negocios. Los precios ahora no se definen por el costo de un producto sino por las ganancias globales y la posibilidad de reinversión. Esta es una trama apretada, que permite vender mucho de algunas cosas y financiar otras, que no pueden ser caras. Esa capacidad permitirá a las editoriales cubanas funcionar como empresas, sin que renunciemos, como país, al Derecho a la Cultura. Los mecanismos se irán complementando.

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