Una de las actividades más comentadas durante los días de la XIV Convención y Feria Internacional Informática 2011 fue la conferencia magistral “La convergencia de las nuevas tecnologías y la multimedia”, del francés-canadiense Hervé Fischer (París, 1941). Yo había visto el nombre de Fischer en las propagandas del Grupo Nuevo Milenio, y decidí asistir a la presentación de su Ciberprometeo, que el sello Científico-Técnica pone a circular en Cuba para que podamos enfrentar, de modo crítico, la avalancha digital que se nos viene encima con la instalación del cable de fibra óptica Cuba-Venezuela (se multiplicará por 3 000 la velocidad de Internet en la isla) y el aumento del acceso a las redes desde escuelas, centros de investigación o recreación, hospitales u hogares.
Ciberprometeo es un libro extremadamente oportuno: debate las ventajas y desventajas de las nuevas tecnologías y su incidencia en la vida contemporánea. Es el segundo título de una trilogía integrada por El choque digital (Científico-Técnica, 2004) y La planète hyper, de la pensée linéaire à la pensée en arabesque (sin traducción al español), trilogía que desmonta el nacimiento de una nueva civilización de fin del milenio. En el proceso se desmitifica su imaginario, su búsqueda del sentido y sus valores. El conjunto de esas búsquedas permitirá poner en evidencia las leyes de la lógica paradójica y su importancia en la constitución del pensamiento humano.
Su autor es egresado de la École Normale Supérieure; dedicó su maestría a la filosofía política de Spinoza, y su tesis de doctorado a la sociología del color. Durante años enseñó sociología de la cultura y de la comunicación en la Sorbonne-Paris V y fue profesor de la Escuela Nacional Superior de Artes Decorativas por casi once años. Escribió numerosos artículos especializados, participó en obras colectivas, dio conferencias sobre arte, ciencia y tecnología, relacionadas con la sociedad. Paralelamente llevó adelante una carrera como artista multimedia.
En medio de tanto éxito tuvo tiempo para recordar sus sueños. Conocía casi todo de la vida en Francia: los valores, las estructuras sociales y sus complejidades, los paisajes, los comportamientos, las reflexiones; y conocía también mucho de la vida en Europa. “Pero tenemos solamente una vida, al menos cada vez”. Como le atrajo siempre la idea de cambiar de escenario para comenzar una segunda vida con tabula rasa, emigró a Quebec, Canadá, a comienzos de los 80, y de repente “me encontré libre de mi pasado y capaz de desarrollar nuevas ideas, nuevas actividades profesionales y personales”. Esa nueva etapa está signada por la dedicación al arte y la exploración de las, por entonces, dudosas aplicaciones de la computación a la animación. Ahora le llaman el Padre de la Multimedia.
De estas formaciones múltiples surge el estilo de Fischer, quien no entrega en su libro un análisis sobre lenguajes y protocolos de intercambio de datos, sino un ensayo de largo aliento, poético e inquietante, sobre el poder de nuestra especie en este inicio de milenio, la responsabilidad que este poder implica y la ética que urge articular, una ética que tiene que ser planetaria, en tanto los impactos del poder humano ya son planetarios. De ahí que la Utopía Digital que describe, tenga implicaciones antropológicas, teológicas y ecológicas por igual. Fischer se confiesa permanentemente fascinado por el momento que le toca vivir: estamos creando el futuro al tener por primera vez el poder para cambiar el planeta con la acción consciente de la especie.
En el encuentro en la sala José Antonio Portuondo, este 11 de febrero de 2011, Ernesto Sierra –director de multimedia de Cubarte– expuso con claridad cómo Fischer metaforiza este cambio social cualitativo desde la metodología freudiana. A las pulsiones vitales de Eros y Tánatos (amor y destrucción), añade la figura mítica de Prometeo (deseo de poder). El ansia de alcanzar a los dioses y controlar el universo mueve a la humanidad hacia delante, afirma, y ante el fenómeno digital esta imagen adquiere el nombre de Ciberprometeo, por la exaltación del poder exponencial de las tecnologías digitales.
Cuando se dirigió al público, Hervé expuso varias de sus ideas relativas al libro y la experiencia de visitar Cuba en un lenguaje diáfano y amable.
Respecto a la traslación del libro al soporte digital, fenómeno ante el cual se mostraba escéptico en entrevistas anteriores, explicó que ha comprendido que no hay verdadera ruptura hasta ahora entre el libro de papel y el digital. Si se mira bien, todas las aplicaciones que tienen éxito lo hacen imitando cada vez mejor a los libros: pasar las páginas, afectar con el tacto la superficie, marcar y anotar. El libro digital imita y aumenta el acceso al legado, permite investigar sin importar las distancias, leer sin aumentar el consumo de espacio físico o papel, pero al mismo tiempo, ¡cuidado!, no ayuda a la conservación del conocimiento porque la lógica comercial busca renovar y vender nuevos formatos, no hacerlos duraderos.
En Cuba encontró la dualidad de la Feria Internacional de Informática, con su exposición de tecnologías, lenguajes, aplicaciones y tiendas en línea, junto a la Feria del Libro, donde las personas peregrinan en busca de “un objeto tecnológico muy perfecto” del que no se puede prescindir. Informática 2011 le descubrió un gran potencial humano y tecnológico, ello hermana a Cuba con otros países del Sur que buscan hacerse un nicho en el mundo digital pero desde la divergencia. Y aclaró que no se trata de adaptar las lógicas al uso, porque eso significa adaptarse al capitalismo, sino verdaderamente renovar el mundo digital al llevar a él la singularidad de la experiencia social cubana. Por su voluntad de divergencia y el gran capital humano que concentra, Cuba podría ponerse al frente del mundo digital alternativo que necesita el Sur.
Como todo buen libro de pensamiento, Ciberprometeo deja abiertas preguntas que corresponde responder en el andar cotidiano por el cibermundo: si al simulacro numérico oscurantista de la clase media –adoradora por excelencia de Ciberprometeo– debemos oponer la construcción de una ética planetaria que articule la voluntad de progreso. ¿A qué clase o grupo social pertenece la tarea? ¿Cómo se va a dibujar la frontera entre el mundo oscuro de la digitalización hiperconsumista burguesa y la permanente invención del mundo digital alternativo –¿postcapitalista?– que sueña Hervé?
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