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Vivir en Cuba y ser Queer ha sido elección. Mi vida es un fino equilibrio entre el ejercicio de la maternidad, el feminismo y el marxismo crítico.

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sábado, 12 de junio de 2010

Mis deberes cívicos y Mariela

Lo que sigue es un llamado de atención a aprovechar los espacios de debate social que poco a poco se abren en nuestra sociedad. Esto es un artículo de opinión que aspira a provocar, favor reenviar a todas las personas que puedan sentirse interesadas. Se solicita la publicación y distribución por medios digitales o impresos del contenido íntegro.
Las políticas para minorías son engañosas: da la impresión de que protegen a pequeñas cantidades de personas con necesidades específicas. En realidad se trata de granndes cantidades de personas despojadas por el poder de pocas de la normalidad humana.

Yo pertenezco a la inmensa minoría, la inmensa minoría de las mujeres, la inmensa minoría no blanca, la inmensa minoría no heterosexual. Son unas minorías inventadas, claro: Porque las mujeres somos la mitad de la población. Porque si en China hay 1 300 millones de personas, en la India otros 1 000 y tanto millones, si el lejano 1990 el estimado de África  rondaba los 642 millones –no hay censos más recientes para la mayoría de sus países–, entonces poca gente queda que no sea “de color” en el mundo. Porque si heterosexual es alguien que nunca en su vida fantaseó con la imagen del espejo…

Soy miembro de minorías inventadas desde el poder, que existen a partir de la idea que la persona normal es blanca, es masculina y es heterosexual. Porque así son –o se imaginan– quienes tienen el poder.

Esta mujer negra y bisexual se quedó fuera del juego porque Jesús envió a los hombres de Europa a que conquistaron al mundo con la Biblia y la espada. Ahora ellos juegan a la bolsa en New York con el oro de nuestros templos y el petróleo de nuestro subsuelo, mientras el FMI se encarga de limpiar los platos sucios del sagrado capitalismo.

Pero cuando hablo de minorías en primera persona del plural –y disfruto la incomodidad de algunas personas o el guiño cómplice de otras–, adquiero una responsabilidad cívica, la de defender el grupo al que me adscribo. Después de todo, nadie me pregunta si soy mujer o si soy negra, y por lo mismo nadie defiende la sharia o al Ku Kux Klan en mi presencia. Pero casi todos asumen que soy una buena madre que aspira a defender a su bebé de esos programas de TV que dicen que la homosexualidad es normal. Mi deber cívico imperativo se refiere entonces a la diversidad sexual. Y el ejercicio de tal responsabilidad es complejo porque pasa por la heteronormatividad,  la abulia colectiva ante las actitudes públicas de homofobia, la reproducción de patrones violentos para combatir lo mismo que nos agrede. Por ejemplo:

El jueves pasado fui yo al banco, la cola era larga, el sol aplastaba, la humedad dibujaba patrones desagradables en nuestras ropas y pieles. Detrás de mi un hombre amenazaba con ponerse una bomba en el pecho y hacer saltar a todas las personas de la sucursal, para que aprendieran a organizar las colas. Delante una mujer vestida de amarillo –punto negativo de entrada– descargaba su verborrea en una conocida quejándose de que no puede ver la telenovela con su hija porque salen tortilleras y la niña va a pensar que eso es normal.

Levanté la mirada. Nuestros ojos se cruzaron y en los míos pudo leer –lo se– el agobio de la circunstancia hecho uno con la rabia por sus comentarios. Sus ojos brillaron retadores. Si –continuó hablando a la conocida que asentía blandamente–, para mi los hombres van con las mujeres y las mujeres van con los hombres. Me esforcé por regresar a la lectura de los avatares de Pedro I, pero ella siguió: Si tu crees que eso es normal ponlo a las 12 de la moche, cuando toda la gente está dormida, digo, si tu lo crees.

Miré a los lados, nadie se había inmutado. Me pregunté vagamente si mostrarían la misma ecuanimidad de referirse ella a la anormalidad de las parejas interraciales. Desee poder llamar a un policía, pero ¿qué le iba a decir? Volví a la lectura consciente de que la de amarillo me miraba, feliz de su miserable victoria. Detrás el hombre bomba murmuró sus intensiones y la fantasía se abrió paso.

Estaba atada a una butaca fija frente a un televisor que transmitía la colección completa del Cine Club Diferente –desde Fresa y Chocolate hasta Brokeback Mountain, pasando por El celuloide oculto, Filadelfia, A mi madre le gustan las mujeres, Los chicos no lloran y La jaula de las locas. Aún vestía su horrible conjunto de blusa y falda amarillo pollito que rebelaba su cuerpo amorfo. El arnés –digno de La naranja mecánica– no le permitía apartar la mirada cuando las muestras de afecto le hacían sonrojar. En su regazo estaba la carga, un anticuado pero hermoso mazo de tubos de dinamita rojos y con las letras TNT en verde fosforescente. Ella se desgañitaba recordando a todos sus amigos gays y las veces que les prestó la olla de presión o les dejó usar el baño. Apreté el detonador muy lentamente, sin dejar de mirarla a los ojos.

El guardia llamó a tres más de la cola y la perdí de vista. La conocida se volvió hacia mí y su mirada dejó de ser blanda. Ahora pedía perdón. Asentí sin enfado, yo tampoco puedo hacer otra cosa que fantasear.

Pero incluso la fantasía está mal, porque reproduce el patrón de violencia política con el cual que quienes hablan de democracia eliminan a sus contrincantes. Hemos aprendido miles de maneras de traicionar la democracia, porque es la única manera, hasta ahora, de acceder y mantener el poder. Pero si en verdad queremos ser cualitativamente distintos debemos controlar nuestras fantasías y jugar limpio con las armas de la democracia participativa. Por ejemplo:

El lunes 14 de junio Juventud Rebelde tendrá invitada en la Redacción Digital a Mariela Castro Espín, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), para una entrevista online con los lectores. Desde las 10 de la mañana hasta el mediodía ella estará respondiendo preguntas sobre la labor desarrollada por el CENESEX en Cuba –cuya labor más visible es el reconocimiento de los derechos humanos de las personas LGBT. Las entrevistas online son muy buena cosa, pues mueven el control de la entrevista del medio de prensa –y sus intereses específicos– a la ciudadanía. La participación revela entonces algo más cercano a la verdad del estado de opinión popular –más cercano porque está mediado por el acceso a la tecnología– que las más atinadas preguntas de profesionales.

Como siempre que se tocan estos temas, la página de comentarios se desbordó. Entre las expresiones publicadas asombran lo retrógrado social y la incultura legal. Se cuestiona que se gaste dinero de la salud pública para operar transexuales, se advierte que promover la homosexualidad dejará a Cuba sin mano de obra joven y hay quienes piden que los derechos de las parejas homo sean sometidos a referéndum popular. Voy a resistir la tentación de contra-argumentar y en cambio propongo.

Propongo que aprovechemos los espacios para establecer diálogos verdaderos con base en la lógica del respeto al derecho ajeno, porque el derecho a la no-heterosexualidad es tan legítimo como el derecho a comer con sal el pan de la bodega. Quienes nos sentimos con deberes cívicos reales –la inmensa minoría– estamos en la obligación de hacer “masa crítica” en cuanto nos dan la oportunidad, porque si bien somos un montón, estamos invisibles en el mar de "normalidad heterosexual" que norma a la sociedad cubana –y mundial.

Tenemos que hacer palabra y carne el objetivo de quienes se llaman queer “Estamos aquí, no nos vamos a ningún lado, así que acostúmbrense” y hacer foro abierto –hoy en JR, mañana en la Asamblea Nacional– para responder a quienes invocan la Biblia, la naturaleza y/o la tradición como justificaciones para quitarnos los derechos. Porque la responsabilidad no es del CENESEX como institución, o de Mariela y quienes le acompañan en la investigación y el activismo. La responsabilidad es de cada persona que sienta en su mejilla el golpe dado en la mejilla ajena, de quien se considere revolucionari@, o marxista, o demócrata, de quien se considere víctima o se reconozca victimari@. 

Alguna vez me pregunté si queer era un insulto o una cortesía, ahora no tengo dudas, es una declaración de principios.

viernes, 4 de junio de 2010

Tendinitis con sesgo de género

Una parte importante de este asunto de tener hijos es que tu cuerpo, enfrentado a una carga cuyo volumen y momentos de fuerza se multiplican por día, genera nuevos músculos, o durezas inesperadas en músculos que ni siquiera sospechabas tener.

Lo gracioso es que, como en casi todas las cosas de los nenes, el trabajo que desempeñan mami y papi es desigualmente valorado, lo cual se vuelve dramático cuando entramos al acápite de accidentes de trabajo (mordidas en los pezones mientras lactas no equivale a mechones de pelo perdidos por montarle a caballito) o enfermedades profesionales. Ocurre que la BBC reporta que acaban de descubrir que los hombres también padecen depresión postparto, vaya noticia. Pero en casa, la enfermedad laboral con la que tropezamos Roge y yo fue la tendinitis. 

En el otoño de 2009 me dolía la muñeca derecha, simplemente dolía coño, sin parar… pero como la consulta era para mi y no para Auril, tuve que  hacer la cola de noventa minutos para el ortopédico del policlínico, rodeada de ancianas que comentaban los detalles de las muertes de sus contemporáneas y la cantidad de medicinas que atesoran. El diagnóstico fue fulminante:
Tendinitis de la muñeca de la puérpera”.
Pestañeé ¿tenía nombre propio y todo? Pero los asombros no cesaron, pues el doctor –grande, negro, con unos ojos muy pequeños y labios muy finos– se adelantó a mis reclamos.
“¿Está dando en pecho, verdad?” con ese tamaño y esa mirada acusadora, no me habría atrevido a decirle que no. “Entonces no puede tomar sedantes. Usted debería ponerse un yeso, pero como se que debe lavar pañales y atender a su niño, le voy a recetar una férula removible. Úsela todo el tiempo que pueda. Las hacen un Cuba RDA”.
Y me despidió.

Nos fuimos a Cuba RDA a la semana siguiente. Aunque el edificio está en ruinas, los precios de los aparatos ortopédicos no se enteraron de que el Muro calló, el peso se devaluó y el MINSAP busca eficiencia. Por dos (2) pesos cubanos me hicieron la férula removible a la medida, que vimos forjar por un artesano de manos hábiles y buen gusto musical. Para amenizar la espera, Auril se hizo caca en el último pañal desechable limpio…

Use  la férula hasta fines de año por un rato cada día. El dolor desapareció poco a poco…

Hace cuatro semanas a Roge le empezó a doler la muñeca izquierda. Al segundo día tuvimos que salir de madrugada en busca de una inyección, y en la mañana del tercero él se presentó en el cuerpo de guardia del Hospital Ortopédico. El diagnóstico fue fulminante.
Tendinitis. ¿Tu escribes con la mano izquierda?”
“No, pero tengo un nene y lo cargo mucho…”
“Eso no tiene nada que ver. ¿Te ha pasado antes?”
“No, pero a mi esposa le ocurrió cuando el nene tenía como tres meses y…”
“Eso seguro fue tendinitis de la muñeca de la puérpera, lo tuyo es tendinitis. Tienes que cuidarte mucho, hacer reposo y luego fisioterapia para fortalecer la articulación. Mira, te tienes que tomar estos antiinflamatorios y estos sedantes.
Un segundo facultativo insistió, además, en el uso de una férula todo el tiempo posible.

Dos (2) pesos más para las arcas de Cuba RDA.

Mi suegra insiste en que la tendinitis la provocó  el uso de la PC, aun cuando la lesión es en la muñeca izquierda y las horas de “tiempo de máquina” han disminuido gracias a las “maravillosas” experiencias paternales incorporadas a la agenda –lavar ropa, limpiar caca, secar pipi, cantar nanas, hervir leche, dar papa. Los colegas de Roge culpan a la ruta 8 y los baches de La Habana.

Pero lo más perturbador no es eso, sino las constantes interpelaciones de preocupación/vigilancia: ¿Por qué no tienes puesta la férula? ¿Descansaste el brazo? ¿Te tomaste las pastillas?, seguro que sin eso se retrasa la recuperación. ¿Sacaste turno para la fisioterapia? ¡¿Qué haces subido en esa mata si hace tres semanas te diagnosticaron tendinitis?!

Ahí sí que no me pude callar: “¡Ya está bien! Que a mi me diagnosticaron lo mismo y a nadie se le ocurrió que dejara de cargar al niño.”

Ella me miró sin comprender. Podía ver sus pensamientos como un dictado de clase de español:

¿De qué habla? ¿Cómo relaciona una cosa con la otra? Solo me estoy preocupando por Roge, porque los médicos dijeron que debe reposar y ya sabemos que no hará la fisioterapia, pero que por lo menos se cure bien. Ella tenía tendinitis de la puérpera y lo de él es tendinitis por uso excesivo del brazo, seguro que por jugar tanto con la máquina. ¿Qué otra cosa le puede haber dañado el brazo, si Roge no recuerda ningún accidente? A un hombre no le puede dar tendinitis del brazo del puérpero, esa palabra ni existe. Además, a los hombres hay que vigilarlos cuando se enferman, porque nunca cumplen las indicaciones de los médicos…

Seguir adelante es violar definitivamente su privacidad.

De todos modos, de lo que se trata es de que no es posible que Roge tenga tendinitis de la muñeca de la puérpera ¿verdad?
Lo dice la ciencia: a las mujeres, como a los tres meses después del embarazo, les da depresión postparto y/o tendinitis de la muñeca de la puérpera, esa se cura con ponerse la férula tres horas al día.
A los hombres, en cualquier momento de sus masculinas vidas les ataca la muy peligrosa tendinitis, esa lleva estricta vigilancia familiar y fisioterapia especializada.
Lo dice la ciencia médica, que es objetiva y exacta y desprejuiciada y valora a todas las personas por igual sin importar sexo, raza u orientación sexual.
Como los hombres no pasan puerperio, ni se someten a violentas exigencias físicas tras el nacimiento de sus hijos, vincular sus muñecas con su condición de padres es delirio de feministas sicóticas.
Amén.

miércoles, 2 de junio de 2010

Aprender a escapar de Francisco

Las novelas de aprendizaje son casi imprescindibles en la historia de los narradores. Esos ajustes de cuentas con el pasado surgen siempre, disfrazados de historias que, casualmente, evocan a los personajes, lugares o épocas en que los autores crecieron.

El Francisco era un pueblo de Las Tunas –ahora se llama Amancio– pero en la memoria de un camagüeyano, cuya familia dejó el lugar hace tres generaciones, ese pueblo aún vive. Vivir en el Francisco (Camaguey, 2003), de Milton Sánchez Basulto, no debe ser entendida por ello como una novela autobiográfica, sino como una búsqueda en la memoria familiar que le permite el ejercicio de una fresca –por momentos abigarrada– crónica pueblerina.

Los personajes de Francisco, nucleados alrededor de las familias de Juana Espinosa y Lucrecia y Digna del Monte, giran como a ciegas el torbellino la Cuba republicana. La lejanía que mantiene el pueblo respecto a los sucesos de la capital del país, permite a Milton transformar los hechos en rumores y los cambios se tornan algo superficial, que no modifican la esencia estática de sus habitantes.

Los personajes alcanzan densidad poco a poco, gracias a las certeras descripciones. Así nos llegan datos sobre los móviles y estrategias de seducción o sobrevivencia. Acaso se pueda reprochar al narrador –omnisciente, irónico a menudo– que administre con tanta lentitud los elementos para comprender a estos personajes. Pero ese recurso tiene su lado bueno: usted no sabrá cuál va a ser la reacción de cada uno de ellos en la siguiente página. De este modo las peripecias y transformaciones internas de las criaturas de Francisco están en constante redefinición aparencial.

No digo aparencial por gusto. Puede que estos personajes logren ascender en la escala social y económica del poblado, pero seguirán siendo lo que fueron: personas con caracteres diferentes y similares en dos elementos, invariabilidad interna y persistencia en los objetivos. Los caminos para trepar serán diversos, como diverso es el retablo de corrupción y deterioro que ofrece esta pequeña república mediatizada, tan olvidada de los otros que a veces parece funcionar por sí misma.

No es extraño entonces que el relato termine con el fin de año de 1958. Las hijas y nietas de Juana Espinosa huyen tras gastar el dinero de sus maridos. Dejan tras sí objetos y hombres: elementos imprescindibles para el ascenso de las féminas en esa sociedad. Que tres mujeres hechas para el matrimonio digan “Adiós Francisco” desde la ventanilla de un auto, justo en la madrugada del primero de enero de 1959, le abre la puerta al primer cambio verdadero. Buena suerte a ellas, y a Milton. Nos volveremos a ver, espero que lejos de Francisco.

Tomado de Feria Internacional del Libro de Cuba 2004: 10 de febrero
Más sobre este libro: Opinión de Marcos Tamames Henderson