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Algo como una ficha

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Vivir en Cuba y ser Queer ha sido elección. Mi vida es un fino equilibrio entre el ejercicio de la maternidad, el feminismo y el marxismo crítico.

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jueves, 28 de enero de 2010

Declaración de principios II: Bloguera

O de los peligros de las lecturas fuera de contexto

Somos esclavos de lo que decimos y dueños de lo que callamos. ¿Cómo ejercer el criterio sincero entonces?, me pregunto cada vez que alguien saca a colación tal refrán. De ninguna manera, es la respuesta. No se puede estar callando y esperar que otras personas nos hablen, la comunicación debe ser en ambas vías, o se convierte en simulacro que oculta... algún juego de poder.

De la misma manera que una conversación no se construye callando, si es verdadera, un diario personal no se escribe pensando en nada más que cómo se te retuercen las entrañas. Es tu bitácora, tu prerrogativa. El lenguaje puede ser repulsivo para describir la miseria, lírico para la felicidad, brumoso para la incertidumbre. Por eso la gente del gremio de la historia da tanto por diarios y cartas del pasado, donde se narra con sinceridad el modo en que se vivía, a diferencia de los discursos públicos, que la mayor parte de las veces dicen cómo se debe vivir. Bueno, quienes hacen antropología de la primera mitad del siglo XXI ya tienen una nueva fuente: las bitácoras personales.

Escribir un blog significa, para mi, jugar a la intimidad por sentido inverso: si le red es punto menos que infinita en sus meandros, no puedo ser notada por aquellos que naa comparten conmigo. Escribir es entonces lanzar una botella al mar www, un ritual de limpieza catártico que impide que lance hiel a la cara de quienes amo. De nuevo la Teoría Queer, o un destello de ella: Si un diario es el último espacio de intimidad y la red la nueva frontera de lo público, entonces un blog escinde permanentemente, presupone una vocación exhibicionista en quien lo edita y la naturaleza voyerista de quienes leen.

Se que por cada palabra que escribo abro la puerta a cien miradas torcidas –nada más natural en alguien voyeurista. Me arriesgo al publicar a que mis sentimientos y experiencias sean leídos fuera de contexto. Puede ocurrir que quienes se escandalizan prefieran buscar explicaciones en otras fuentes antes que dejar un comentario, como si tal cosa fuera posible. No deja de ser fascinante que apelen al criterio de quien ni siquiera puede alegar ser tu sicoanalista.

Un post es el inicio de una conversación, no dudes en responder, con la verdad.

martes, 19 de enero de 2010

Auril con cinco meses

Enero he sido uno de los más frios de mi vida, 3.5 grados en el sur de nuestra San Cristobal de La Habana, y aprovechamos para ponerle las galas al caballero Sir Auril:
7 de enero, en Baikonur
9 de enero, sobre los hombros de Rogelio
10 de enero, con un culero varias veces mal puesto
11 de enero, comiéndose la maruga
12 de enero, con su biberón

Memorias de mi abuelo


La semana pasada mis recuerdos se agolparon: “al Príncipe Rogelito” dice el sobre que mi abuelo envió con mi madre el viernes. No es nada del otro mundo su obsequio –un calzoncillo y un par de medias–, pero el gesto es significativo en un hombre como él. Ni siquiera estoy segura de que sea su letra... no recuerdo cómo es su letra.

Mi abuelo es de cepa dura: negro, bajito, feo, pobre, analfabeto funcional hasta 1961, huérfano de madre. Mi abuelo, como la palma de Guillén, estaba solo, y ya no supo cambiar esa cualidad cuando cumplió con la faena de ser padre. Enseñó a mi madre a estar sola.

No recuerdo que mi madre y mi abuelo se quisieran. No puedo citar un hecho, una frase, simplemente sabía que era así y –cosas de la infancia– lo consideraba natural. No se si mi madre sabe cuánto se le parece, cuanto nos parecemos las dos a él en la amarga raíz de nuestra fuerza para seguir adelante, de imaginarnos solas.

Mi abuelo es albañil, y cuando yo era pequeña tenía un taller de lozas de granito en los bajos de la casa, que había construido poco a poco con sus propias manos. Recuerdo mirarlo por largo rato en la exigente tarea de mezclar arena, piedra y cemento, preparar moldes, pulir la piedra ya fundida. Yo pensaba que mi abuelo era útil y fuerte, que sus lozas eran bellas, y el suyo un trabajo excelente porque no había que escribir nunca. Las lozas, rodapiés y lavaderos de mi abuelo eran un gran contraste con el trabajo de mi madre: funcionaria del Ministerio de Educación siempre atareada con informes, visitas, y seminarios que no parecían hacerla feliz.

Con mi abuelo aprendí del racismo en el lenguaje, allá por 1986:
–¿Quién es ese negro prieto con él que estabas hablando? –Yasmín, no se dice “negro prieto”, se dice “señor de color”. –Abuelo, ¿y quién es la gente transparente? –¡Hay niña!, ahí si que no puedo contestarte.

La pasión de mi abuelo es el baile, es socio del Círculo Social “La gaviota”, en Casablanca, y del Liceo de Regla. Desde que tengo memoria va a bailar al menos una vez por semana. Casino, ni más ni menos, con las vueltas y las pausas que el Beny, Celia Cruz y la Aragón impusieran hace medio siglo. Mucha gente conoce a mi abuelo de haberlo visto –incluso en los años más oscuros de la década del noventa– bailar con sus elegantes trajes de color hueso o blanco, zapatos claros o de dos tonos, a menudo con sombrero. Una imagen anacrónica y elegante.

No compartía esa pasión con mi abuela.

Al crecer me alejé del abuelo, porque no congeniábamos en política y porque ya no me interesaba hacer lozas de granito.

Ahora, después de negarse a tener mil pequeñas amabilidades con toda la familia, algo ha hecho mella en él. ¿La edad? Se preocupa de los bisnietos: visita a Seriosha, el hijo de Maday, me llama por teléfono cada dos o tres días para saber de Auril e incluso ha cruzado la ciudad dos veces para verle. Mi abuelo sigue actuando con la rudeza de siempre, pero ahora sus actos buscan una amabilidad torpe que nos extraña.

No se si lloraré al perderle.

Me pregunto si él lo consideraría educado.

Estuvimos en los Quince de Temas


El pasado 8 de enero fui a la presentación del número 60 de Temas.

Con cierta intriga, la invitación advertía que se trataba de un convite personal, pero yo tenía que llevar a Auril –maravillas de la lactancia a libre demanda– y Auril no puede estar sin su papá. Así que fuimos a la Casa Balear los tres y cantamos felicidades por los 15 años de Temas y hasta comimos del buffet que, como manda el Protocolo de Fiestas de Quince High, incluía una botella de ron y cuatro laticas de refresco de cola por mesa.

¿Por qué estaba yo en tan exclusiva party de la ensayística cubana?
PORQUE ME PUBLICARON UN ARTÍCULO EN TEMASrevista de Cultura, Ideología Sociedad.

Todavía no puedo creerlo... Ya casi había perdido las esperanzas, pero, más vale tarde que nunca ¿verdad? Después de año y medio me evaluaron, me editaron y... estoy INDEXADA EN TEMAS con un ensayo sobre teatro cubano, una versión del capítulo dos de mi tesis de licenciatura, que pueden descargar completa en Lulu.com.

Bueno, ahí está la imagen... y aquí el link de “Primer mapa posible de la obra de José Milián en el siglo XX” en la sección Lectura Sucesiva.