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Vivir en Cuba y ser Queer ha sido elección. Mi vida es un fino equilibrio entre el ejercicio de la maternidad, el feminismo y el marxismo crítico.

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sábado, 25 de abril de 2009

CRONICAS DESDE LA MITAD DEL MUNDO 9: Desde mi puerto en la Isla

Costa sur de Sancti Spíritus, 1989

La primera vez yo no podía comprender lo significativo del hecho.
Corría el verano (boreal), mamá y yo estábamos de vacaciones en Sancti Spíritus. El paquete ofertado por la Empresa del Campismo Popular incluía varios días en Trinidad –un hotel de excelentes camas–, paseos por la zona y un safari a los cayos de la costa sur.
Saldríamos de Cuba.
Pero yo era una niña de nueve años. Cuba era una isla en los mapas y todo el espacio en el mundo “real”. Para mí, tomar un yate y alcanzar la playa límpida del cayo era apenas un accidente, otro paseo.
Es extraño cómo los intereses marcan las impresiones. Mis recuerdos más claros son: la visita al taller de cerámica de Trinidad –qué asombro ver salir jarrones y otras figuras de la tierra sucia moldeada en los tornos– y la pelea de los niños del hotel por ver el más reciente concierto de Madonna en Tele Rebelde, batalla perdida por el monopolio de los adultos sobre los dos televisores disponibles, todos ellos extrañamente fascinados con el juicio a un militar cuyo fusilamiento demoraban por razones que no lograba comprender.

Isla de la Juventud, 1998

La segunda vez no estaba lista para el golpe.
Era el verano de nuevo –como siempre el calor piñeriano–, yo iba para el segundo año del ISA y Abelito salía de su servicio militar: él propuso que viajáramos a la Isla de la Juventud.
Era parte de una práctica habitual entre la gente que entraba a la educación superior por entonces –¿seguirá?–: dejarse el pelo largo –especialmente los varones de los IPVCEs – y hacer un viaje –a la Isla, de occidente a oriente en botella o pernoctando en las costas a despecho de los guardafronteras ¡sin más defensa que la Constitución de la República!
Ritos de la adultez de diverso matiz.
Partimos antes del amanecer en tren a la costa sur y abordamos el catamarán. El viaje tardaba ocho horas y mi único aliciente consistía en la transmisión por los altavoces de las cabinas de una telenovela colombiana que ya emulaba a las míticas Doña Bella, Roque Santeiro y Vale Todo: Las aguas mansas. Pero para la telenovela faltaba mucho, los bebés y el calor me hartaron, así que subí a cubierta y vi el mar.
Estábamos justo a mitad del camino, sin tierra a la vista de un lado u otro del barco… y de repente comprendí qué era vivir en una isla y salir de ella.
Tenía miedo.
¿Por qué? Ahí estaba yo, en un armatoste de metal lleno de gente desconocida, lejos de la tierra, mi tierra –comprendí. Aunque la Isla de la Juventud y otros 2 517 cayos son parte de la República de Cuba, nunca antes reparé, consideré, medité, reflexioné, miré a Cuba como isla = “Porción de tierra rodeada de agua por todas partes”.
Hasta ese día de julio de 1998 Cuba era la tierra y yo una reglana. Desde entonces Cuba adquirió otro significado: mi tierra finita.

En vuelo a Quito, 2007

La tercera vez fue casi una década más tarde.
El avión de TAME levantó vuelo y las luces de La Habana se fueron apagando, yo estaba sola de nuevo en un armatoste de metal lleno de gente desconocida. Lejos de la tierra –literalmente por encima de las nubes.
El archipiélago quedaba lejos.
La bahía, el singular olor del pecho de Rogelio, la risa de mi madre e Igor, la aspereza de las manos de papá, todo esto y el resto de mi vida –27 años– contenido en las costas de una isla bañada por el Caribe y la Corriente del Golfo. Mi geografía y mi república quedaban lejos, pero –como Odiseo y much@s más– la isla sería el destino final, ineludible.
Ecuador es un país especialmente oportuno para comprobar el contraste: Sus dos siglos de historia independiente están salpicados de guerras fronterizas y absurdos reacomodos a la línea imaginaria que a veces coincide con ríos, otras, solo con los deseos de la ciencia cartográfica y X mandamases. Las narraciones de sus enfrentamientos con Perú y Colombia me asombraban. ¡Qué confusión de tierras y acentos!, ¡de regiones y pasaportes! Ante lo que percibía como una incertidumbre permanente sobre los elementos materiales de la identidad –relativa a la fidelidad debida a símbolos patrios que podían variar con una línea trazada sobre papel en la lejana capital, o la más ajena sede de organismos de arbitraje internacional– el origen insular me llenaba de una paz no exenta de chovinismo.

Ciudad de La Habana, 2009

“La isla son los puertos” dijo Dulce María y lo que hasta entonces fue metáfora del encuentro con el exterior que define –también– la vida de mi antilla, adquirió densidad y peso en mi conciencia. La isla son los puertos porque la patria –en su dimensión terrena– se reconoce en los límites, en donde elegimos o somos impuestos de la no-pertenencia. Para una isla esos límites no pueden ser inventados. Estaban antes, estarán después.
Ser de una isla implica la certeza del espacio físico que define al “nosotros” –para bien o para mal–: el mar es mi frontera y solo el poder de Yemayá y Obbatalá podrá cambiar eso –con el disfraz de calentamiento global, cataclismos telúricos o meteoritos destructores.
Soy criatura de isla, hecha de breves certezas terrenas e infinitas dudas metodológicas, espirituales, politológicas, historiográficas, sociológicas, culinarias, estéticas.
Porque la isla son los puertos, Cuba está signada –¿condenada o bendecida?– a que el alcance de su dimensión última venga de los límites intelectuales de quienes la habitan.
He regresado a mi puerto, mi obligación con el espacio que amo es ahora ineludible.

Alea jacta est

domingo, 5 de abril de 2009

Bienal 2.0: Palabras y sentidos

Con motivo de la X Bienal de La Habana, la comunidad de Bloggers Cuba convoca a integrantes y lectores a enviar sus trabajos de arte digital para publicarlos, la idea es (como casi siempre) emancipar el acceso a los rituales de la cultura, vaya, que podamos participar libremente en la consagración de las imágenes...

Este es mi aporte: "Palabras y sentidos" o "El robo de los ovarios".

Si quieres más de la Bienal 2.0 en Bloggers Cuba, pincha aquí.

jueves, 2 de abril de 2009

¿Habrá diagnósticos de depresión pre-parto?

La Habana, 1 de abril de 2009, 12 15 a.m.

El coleccionista de huesos en pantalla, sin sonido para que mamá pueda dormir. He tratado de hablar con ella, de explicarle, pero no entiende. Tal vez no fui clara, no estoy clara. Por eso trato de poner en palabras ordenadas mi molestias ante las actitudes de los "mayores" desde que pisé tierra el 17 de marzo.

Me pregunto qué harás tú, si toleraré que dejes de verme, de nombrarme, de pensar en mí.

Mamá ha tratado de exponer su punto de vista: las personas me miman y protegen –acosan digo yo– porque se preocupan. Yo no debería mostrar molestia por eso, ya que tengo suerte de que a otras personas les importe –no puede dejar de proyectarse ni por un instantes ¿ves? No piensa en mí, sino en ella hace 30 años, en su soledad. ¿Mamá no se imagina o no puede comprender que me deja sola a mí al negarme el derecho de seguir adelante con mis medios?

Tengo miedo de ti y de mí. De lo que veas en mí y yo vea en tus ojos. ¿Podrás verme?

Con Igor, Boris o Fran ha sido distinto: están fascinados, pero no han dejado de estar para MÍ. Va y es porque con ellos puedo ser más abierta, no estoy en guardia todo el tiempo, porque ellos no se imaginan superiores a mi (como tus padres) o culpables de abandono (como mi padre) o proyectados en lo que creen una suerte increíble (como mi madre). Mis amigos son solo eso, mis amigos, y por una década aprendieron a conocerme y respetarme. Para mis amigos soy una igual.

Si hubieras visto mi cuerpo cambiar poco a poco yo no tendría ya miedo, o habríamos tenido esa pelea y las cosas estarían claras.

Le he preguntado a mamá ¿cómo se supone que muestre mi incomodidad sobre el trato que recibo sin ser (o parecer) agresiva? ¿Por qué debo aguantarme la “preocupación” y las “amabilidades”? No pudo responderme.

¿Qué va a pasar el 19 de mayo?

No se trata de que no quiera a Auril. Es un pedazo tuyo y otro mío. Se trata de que tengo nombre, así que quienes me conocen podrían usarlo en vez del apelativo “barrigona”. Se trata de que ya soy “corredora de fondo” en el dolor y las rutinas médicas, deberían tener más respeto por mis capacidades físicas y mi conocimiento de los límites del que es MI cuerpo, no la incubadora para su descendencia.

¿Habrá diagnósticos de depresión pre-parto?

Pobre las mujeres cuyos hombres marcharon a la conquista y quedaron rodeadas de viejas e infantes. ¿Vivían su propia guerra o eran pasivamente engullidas por la cultura?

Vuelve y no me dejes más. Prometo portarme bien, al menos por un tiempo.

Están pasando los créditos de El coleccionista de huesos: Angelina Jolie y Denzel Washington se hicieron novios, pero no se besan, para no herir susceptibilidades raciales. La película termina como tu y como yo.

Odio que mi vida se parezca a los filmes de Hollywood.