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Vivir en Cuba y ser Queer ha sido elección. Mi vida es un fino equilibrio entre el ejercicio de la maternidad, el feminismo y el marxismo crítico.

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lunes, 26 de enero de 2009

CRONICAS DESDE LA MITAD DEL MUNDO 7: Melancolía

Quito, 26 de enero de 2008, 6:30 pm

Llueve sobre la ciudad, de nuevo.

Es una lluvia especial esta: Primero diluvia y hay viento, el cielo se nubla y el Pichincha desaparece entre las nubes. La lluvia para y la neblina llega desde el oeste, bajando del barrio La Floresta hacia el centro, como si las nubes de ese lado del mundo se quisieran encontrar con las del Pichincha. Ahora Quito se parece a Londres, por el frío, la niebla y la humedad.

Alguien llamó a Quito "la ciudad sin sombra" y yo pensaba que era porque está a cero latitud (hasta tienen un festival de cine a propósito) y hay exactamente seis horas de luz y seis de oscuridad, con crepúsculos apresurados y paseos interminables del sol por el cenit. No es cierto. Quito es la ciudad sin sombras porque la mayor parte del año que llevo acá los días han sido como el que describo: amanece lloviendo, sale el sol a eso de las 10 30 u 11 am y empieza a nublarse a las 3 o 3 30 pm.

Dicen que es el cambio climático, que antes (¿cuándo?) hubo época de verano, y de invierno. En verano el cielo era azul de 6 de la mañana a 6 de la tarde. En invierno los hombres usaban sombrero impermeable.

Yo no vi eso. Llegué a Quito en septiembre de 2007 y llovía. Levanté vuelo un año después y llovía contra las ventanas del avión. Regresé el 25 de octubre de 2008: la neblina envolvía la ciudad.

Sospecho que en marzo, mes de las flores en el hemisferio norte, cuando me marche de Ecuador de regreso a casa, va a llover.

miércoles, 21 de enero de 2009

Auril 1: El álbum de fotos nace antes que la persona

He colgado las primeras fotos de Auril, el proyecto ciudadano a cuatro manos con Rogelio.

¡Qué tiempos los que vivimos en que tienen las personas álbum de fotos antes de nacer! Igual esto es un ejercicio de fe, porque aparte de la forma de la cabeza en la tercera foto de la semana 13 y los dos
gráficos cardiacos, yo no pillo nada.

Fotos del 22 Dc 2008:

Informe:
Embrión correspondiente a 9 s cumplidas de embarazo y con FC (frecuencia cardiaca, supongo) de 162 LPM.
Saco gestacional bien conformado y localizado en fondo uterino.
Estructura uniforme de útero con cuello cerrado, ausencia de signos de sangrado gestacional.







Fotos del 19 En 2009:

Informe:

Embarazo con feto de 13 semanas 4 días +/- 1 semana.
LCF: 151 lpm
Fémur: 1
Estática fetal: Variable
Movimientos: Activos normales
Placenta: Anterior lateral izquierda grado 0
Líquido Anmiótico: Cantidad normal
Impresión: Feto único, vivo con movimientos normales y actividad cardiaca normal. OCI cerrado.
Ovarios normales y fondo de saco de Douglas libre.





¡Y koniec... hasta el mes que viene!

Bloggers Cuba Boletín 1 2009


Ya les había hablado de Bloggers Cuba, uno de los más de 700 blogs que tratan el tema de la isla. Lo singular es que Bloggers Cuba es el primer blog comunitario redactado y administrado por bloggers cubanos que residen en la isla.

Bloggers Cuba propone una visión de Cuba que, sin dejar de ser crítica, refleje a personas que viven en esta nación caribeña. Once bloggers activos forman parte de la actual comunidad, cada uno con blogs personales de diferentes temáticas. En correspondencia, las categorías que conforman Bloggers Cuba son diversas, para abarcar todo tipo de informaciones, análisis, críticas y novedades acerca de este país: blogosfera, sociedad, deportes, negocios, cultura...

La comunidad está abierta a que otros bloggers cubanos que estén administrando sus blogs desde la isla se unan a Bloggers Cuba, en tanto sus objetivos se ajusten a los intereses y perspectivas de la comunidad.

Y para quienes no pueden o no tienen tiempo para navegar cada día por sus entradas editamos este boletín resumen en PDF, que saldrá cada mes, mientras el aliento nos lo permita. Son libres de reenviarlo, comentarlo y reproducirlo en murales escolares, siempre que se cite la fuente y se respeten las ideas.

martes, 20 de enero de 2009

¿Qué imagen tengo de mi como escritora?

Imagen de Boligan

Confieso que hace semanas busco modo de abordar esto desde una actitud más o menos seria: Koratsuki me dejó algo amoscada con su post “Issues” en Bloggers Cuba y el modo en que valora a quienes ejercemos la crítica. Y me siento obligada a responder porque su texto implícitamente degrada mi producción y la de numeros@s colegas.

La escritura investigativa es generalmente crítica, y mucho me precio de practicarla, así como antes escribí críticas de teatro sin sonrojo. Creer que parte de ser escritor (creador de universos que residen en el papel) es pensar de otr@s que “su trabajo es destruir el trabajo infernal nocturno y el tuyo hacerles la vida un coloide alimenticio vacuno fermentado por bacterias ácido-lácticas” poco favor hace a la capacidad de diálogo que debe primar entre quienes narran la vida y quienes piensan en lo narrado como parte de un discurso mayor. Porque escribir no implica estar por encima del mundo, antes bien, muy adentro del mundo, frente a sus pasiones, y reconocer a l@s otr@s el derecho a tomar y reinscribir la escritura en el mundo desde el ejercicio de la crítica, o sea, desde el intento de inscribir los modos y motivos en una dinámica a la cual quien firma no puede estar atendiendo.

Quiero decir con esto que l@s ensayistas y críticos también somos autores, y que imaginarnos dedicados a la triste ocupación de destruir el trabajo ajeno es risible, aparte de ofensivo. La crítica es, a menudo, mucho más exigente que la creación, pues transcurre por los cánones de la argumentación mesurada. Hay que saber lo que se dice y por qué: No es suficiente inventarse un Príncipe que domestica rosas, estás en la obligación de ver por detrás del aviador que descubre al viajero de las estrellas un nudo de significaciones. Luego, quienes criticamos tenemos dignidad y aportamos la dimensión deliberativa al mundo. Dimensión imprescindible para el feliz desarrollo del arte y a la que muy poca energía suelen dedicar l@s creadores, demasiad@ ocupad@s en sus espacios de creación la mayor parte del tiempo.

Es por eso también que desconfío de quienes imaginan el ejercicio de la escritura como un don divino con el cual se nace y que se pule leyendo a “los clásicos”. A leer y escribir se aprende, bien o mal, porque tuvimos mejores o peores ejemplos, mejores o peores docentes. Quienes tratan de disfrazar la escritura correcta y comprensible con la niebla de la musa: o tratan de evitar la competencia o no saben de qué coño hablan. Conste que no niego que crear un universo, despertar en quien lee pasiones inauditas a través de atrevidos significantes, implica talento, pero ningún arquitecto diseñó catedrales solo con la imaginación, tenía que calcular el tamaño de la cúpula.

La oportunidad para ofrecer un ejemplo palpable de cómo se puede uno proponer escribir (ejercer el derecho a la opinión, criticar) de modo eficiente sin esperar el toque de la gloria, me la da FLACSO: En la recta final de la maestría, nos han ofrecido un curso de “Escritura académica” dictado por la prestigiosa ensayista ecuatoriana María Cuvi. Obviando el detalle de que la maestría debió empezar por una oferta de este tipo –ya que la formación previa de l@s estudiantes de FLACSO Ecuador es variopinta y desnivelada– Cuvi está dando mucho que pensar en el asunto de ordenamiento de las ideas y auto-percepción a las casi másteres de Género y Desarrollo 2007-2009. Su libro de texto se llama La cocina de la escritura, del profesor Daniel Cassany. El volumen muestra en sus fuentes y valoraciones una posición a ratos demasiado castiza, pero sin dudas es útil para el asunto de la escritura académica, así que la profesora nos ha urgido a perdonarle el imperialismo cultural y sacar lasca de la información.

En la primera sesión nos mandó a responder un cuestionario con el conspicuo título de “¿Qué imagen tengo de mí como escritor?”. Una lectura preliminar me puso los pelos de punta, porque yo nunca he sido demasiado dada a explicar el cómo, ni siquiera a mis docentes. La segunda vuelta me convenció de que el horror era tal y como lo percibía, pero no había escapatoria: “Tarea es tarea”. Así que me he imaginado de regreso a la consulta de un@ de mis tant@as terapeutas –allá por la época en que me quería curar los sueños indebidos. Además, el entorno ayudaba a recordar La Habana, porque en Quito llovía a cántaros en medio de un apagón de escala nacional por roturas en una planta generadora de los intrincados Andes, que generó un corte en cadena (¿les suena?).

El caso es que, tras llenar cinco páginas en sustitución de mi sofá, me convencí de compartir la tortura con ustedes. El ejercicio, además de la introspección forzosa, busca tocar cuerdas similares a las que despiertan Ivonne Galeano y Eduardo Heras en su linda casa de 5ta y 20: Cassany cree que, aunque no tod@s podamos vivir de la escritura, debemos aprender las herramientas para usar bien la palabra escrita –gran fuerza en la que descansan, por ejemplo, los blogs. En eso coincide con Eduardo e Ivonne, que no aspiran a graduar solo narrador@s, sino lector@s capacitados para el ejercicio de la crítica cotidiana.

Así que ahora le devuelvo la pelota a Koratsuki y agradezco lo que hacen cada día en el “Centro Onelio” poniendo a discusión la encuesta.

1. ¿Me gusta escribir? ¿Qué es lo que más me gusta de escribir? ¿Y lo que me gusta menos?
Si, más que gustarme me encanta, desde pequeña me dijeron que sería abogada, pero yo sabía que no quería hacer alegatos, sino escribirlos. Me inventaba historias, le cambiaba los finales a las telenovelas… Ya no puedo imaginar mi vida sin la escritura y, si la memoria no me dejara urdir tramas, seguiría editando con tal de estar cerca de las palabras.
Lo que más me gusta: que da la posibilidad de alcanzar a personas ignotas, lejanas, que por la palabra pueden descubrir un poco de cómo sienten y ven sus congéneres, aunque nunca, jamás, se verán a los ojos.
Lo que me gusta menos: esa misma libertad del texto respecto a quien lo crea permite que se manipule, para bien o para mal. Nunca podremos tener la seguridad de cómo se entenderá nuestra oración. Escribir es un acto de fe en la humanidad, y no me gusta perder el control.

2. ¿Escribo muy a menudo? ¿Me da pereza ponerme a escribir?
Cuando no estoy nadando entre la soledad, una maestría y un empleo que nada tiene que ver conmigo, escribo cada día, al menos dos horas, o me dedico a revisar y corregir si nada nuevo llega. Eso para la ficción. Los textos de opinión llegan por encargo, con fecha tope y extensión definida y generalmente se escriben veinticuatro o cuarenta y ocho horas antes de la entrega, tras días o semanas de debate y relectura. Con esos el asunto no es pereza, sino un proceso de acumulación al que no puedo imponerme, aunque pareciera simple incapacidad para ser previsora.

3. ¿Por qué escribo? Para pasármelo bien, para comunicarme, para distraerme, para estudiar, para aprender…
Para comunicarme, definitivamente. No imagino “pasarla bien” o “distraerme” con algo tan exigente y que implica tal responsabilidad, eso me suena a frivolidad de la peor. Y para aprender leo, que el legado de dos mil años en este lado del mundo quita el aliento.

4. ¿Qué escribo? ¿Cómo son los textos que escribo? ¿Qué adjetivos les pondría?
Escribo narraciones y ensayos u artículos de opinión.
Me gusta decir que mis historias son “indecentes”. Ese es el adjetivo donde me esfuerzo porque encajen con sus personajes (marginales), sus conflictos (reales pero socialmente incorrectos) y sus ambientes (lo más honestos que se pueda).
Si hago ensayos u artículos, casi siempre giran sobre el género y los derechos LGBT, así que mi adjetivo entonces es “perturbador”, cada vez que abordo un tema de estos intento que del otro lado se tome conciencia de que la realidad no es tan simple como las visiones hegemónicas proponen, quiero que las personas se asusten de su propia comodidad mental y actúen al respecto.

5. ¿Cuándo escribo? ¿En qué momentos? ¿En qué estado de ánimo?
Soy casi incapaz de escribir de día. Desde hace años escribo desde las 9 o 10 de la noche hasta la madrugada. De día puedo corregir, pero pocas veces producir algo de calidad media –claro, cuando estás en una redacción escribes a la hora que toque, pero esa es otra historia. Trato de llegar a la escritura sin otras cosas en la cabeza, pero no tengo más rituales que la música y la consulta irregular de textos de referencia.

6. ¿Cómo trabajo? ¿Empiezo enseguida a escribir o antes dedico tiempo a pensar? ¿Hago muchos borradores?
A mí las cosas me empiezan en la cabeza: pienso, construyo marcos mentales, barajeo opciones de argumentos, recuerdo fuentes. Luego tomo notas: defino personajes, recopilo citas, construyo una bibliografía, dibujo los mapas de la ciudad donde ocurre el cuento. Si puedo, cuando “eso” tiene pinta de idea seria, se lo expongo a alguien de confianza: narro o defino una sinopsis para mandar por mail y me meto en una discusión de tres días o un mes, pero casi siempre lo disfrazo de inquietud generada por una lectura X de moda. Después, mucho después, me siento a escribir y hago una o dos versiones que luego corrijo. ¡Y se acabó!

7. ¿Qué equipo utilizo? ¿Qué utensilio me resulta más útil? ¿Cómo me siento con él?
¿Esto se refiere a la técnica? Cuando estaba en la universidad escribía a mano, con velocidad escalofriante, las conferencias de mis profesores. No había otro recurso. Luego llegó la máquina de escribir, pesada, con cinta vieja, y ruidosa. En el dormitorio se arrullaban con ella. Ahora las maldades de Bill Gates con su omnipresente Word… desde el 95 –que descubrí en el 1997– hasta este 2007 que de tan amigable me enferma.
¿Cómoda? Algo de desconfianza hay: Crecida en una nación de precariedad, el depender de la electricidad y sofisticados artefactos electrónicos me deja siempre la inquietud de si lo escrito estará intacto a la mañana siguiente. Por eso GoogleDocs me gusta: propone hacer ubicua la materialidad del texto, pasando su archivo de una PC específica a lo multidimensional de la red, claro, tiene una pega: hace falta internet.

8. ¿Repaso el texto muy a menudo? ¿Consulto diccionarios, gramáticas u otros libros?
¡Por supuesto que consulto diccionarios y referencias! Escribir es un acto de responsabilidad y uno no puede tirar palabras como los zapatos al llegar a casa.
Generalmente repaso cuando estoy seca de ideas o he estado alejada mucho tiempo. En el primer caso corrijo para no perder el tiempo, en el segundo trato de retomar el hilo, a veces funciona.

9. ¿Me siento satisfecha de lo que escribo?
Mis profesores me enseñaron ética: uno debe creer en lo que escribe y publica. Puede que pasen los años y no reconozca la escritura (ya ocurre con algunas de mis reseñas universitarias), pero sí reconocerse en ideas las ideas defendidas de base. Ahí radica la satisfacción última.
Entonces, si creo haber sido consecuente con lo que escribo, si, me satisface.

10. ¿Cuáles son los puntos fuertes y los débiles?
Esa respuesta corresponde a quien lee.

11. ¿De qué manera creo que podrían mejorar mis escritos?
Las narraciones con tiempo para dedicarme a ellas. Un relato implica un trabajo meticuloso, es como un reloj, ¿no?, pequeño y eficiente. Una novela es una gran máquina de alucinaciones que genera otro mundo singular y coherente en si mismo. No darán frutos si quien escribe no se concentra.
Los “panfletos” con estudio y debate. Tengo que mantenerme al día, leer a colegas y antagonistas, observar la realidad con cuidado para poder diseccionarla.
Si alguien me pagara por escribir, también ayudaría.

12. ¿Cómo me gustaría escribir? ¿Cómo me gustaría que fueran mis escritos?
Alguna vez quise escribir como alguien de la lista que sigue o alcanzar el equilibrio entre sus estilos: José Martí vuela hablando de política, Eduardo Galeano narra la historia de Nuestra América como una novela, Margarite Yourcenar descubre las pasiones de un emperador con delicadeza, Fernando Martínez Heredia expone el marxismo como pocos, Gore Vidal se burla del poder y desnuda las miserias del Imperio, Kavafis es contenido e impactante, Lorca es valiente en el tema y la forma (vanguardista o tradicional), Tolkien combina la aventura con la reflexión sobre éticas y modos de enfrentar la escritura misma, Carpentier describe con extrañas combinaciones entre lo pedestre y lo culterano que no respetan jerarquías ni catálogos de lo que puede referirse.
Demasiados apóstoles, no tengo más remedio que ceñirme a mi misma y mi ojo.
Pero de todo eso queda el sueño de textos que fluyan como un poema de denuncia claramente documentado, desacatos que entiendan todas esas personas a las que el sistema o la mala suerte no dejaron llegar más allá de la enseñanza primaria.

13. ¿Qué siento cuando escribo? Alegría, tranquilidad, angustia, nerviosismo, prisa, placidez, cansancio, aburrimiento, pasión…
Prisa porque las ideas escapan, pierden frescura o sentido si no las hilas.
Pasión porque escribo de lo que me compromete, sin compromiso la escritura no brilla.

14. ¿Estas sensaciones afectan de alguna forma al producto final?
Supongo…

15. ¿Qué dicen los lectores de mis textos? ¿Qué comentarios me hacen más a menudo?
De los cuentos he recibido en general buenos comentarios, me señalan en especial la tensión que logro en los diálogos.
De la denuncia social, eso que le dicen a todas las feministas: tendenciosa, obsesiva. Hace poco publiqué un texto en mi comunidad blogger y dos de mis comentarios favoritos son “Félix: …tengo que asumir que es usted muy pretensiosa, no he sido yo quien ha juzgado si usted es inteligente o no, me ha parecido siempre que sus textos son muy sosos y tendenciosos…” y “Veroco: … Zambúllete y complícate, vida mía, que ese plan tuyo de usar la blogosfera para tu engrandecimiento profesional, te lo voy a sabotear en la medida de lo honradamente posible. Ese futuro que sueñas, poniendo "la enriquecedora experiencia de mi blog" en tu currículum, o sea, "metí pescao en la onda del género", no va a florecer si de mi silencio depende…” Llama la atención que no pudieron desmentirme nunca, solo intentar ofenderme.

16. ¿Los leen fácilmente? ¿Los entienden? ¿Les gustan?
El perfil de lectores en la web asegura –a veces para mal– que quienes te leen tengan perfiles y formaciones muy amplias. Sin embargo, nunca me han reclamado por metalenguaje o confusión en las ideas. También me leen colegas y nunca me dijeron que lo habían leído dos veces para “entender” de qué iba el asunto.
Si les gustan… yo no escribo para gustarme más que a mí misma, a los demás debe provocarles.

17. ¿Qué importancia tiene la corrección gramatical del texto? ¿Le preocupa mucho que pueda haber faltas en el texto? ¿Dedica tiempo a corregirlas?
La corrección es fundamental, porque es base de la capacidad comunicativa del texto. Claro, la lectura final es para detectar errores sintácticos, reiteraciones, aliteraciones, incongruencias de género o número. Es parte de la escritura, no un agregado.

18. ¿Me gusta leer? ¿Qué leo? ¿Cuándo leo?
No concibo alguien que escriba y no lea de modo voraz, sistemático, desesperado. Leo sobre todo novelas –fantásticas o históricas– y ensayos. Poesía menos, algunos textos que me han marcado y a los que regreso una y otra vez. De prosa cosas nuevas todo el tiempo y releo en busca de sentidos ocultos cuando aprendo algo que creo tiene que ver.
Leer es algo que se puede –que tengo que– hacer en casi cualquier lugar. No hay lugares inadecuados o indignos para leer, sino personas reprimidas que fabrican ridículas místicas sobre la lectura y su sacralidad. Leer es un derecho, un placer. El placer se lleva dentro, y se practica donde sea.

19. ¿Cómo leo? Rápidamente, con tranquilidad, a menudo, antes de acostarme…
Tanto como puedo, con atención y, si puedo, desnuda de expectativas.

lunes, 19 de enero de 2009

¿Medidas ante la crisis demográfica en Cuba?

Hace una semana la IPS de Cuba me contactó para que diera mi opinión sobre el asunto de la crisis demográfica en Cuba. Luego han sacado un reportaje de lo más chulo, aunque la "crónica social" del fin me da un poco de resquemor aún. El caso es que me gustaron mucho las preguntas y, como seguro las pierdo en el fondo del buzón, las voy a pegar aquí:

1-. La ONE recomienda medidas para estimular la fecundidad -aunque no aclara cuáles- dirigidas sobre todo a las mujeres trabajadoras, para enfrentar el envejecimiento poblacional. Tú propones alcanzar "coherencia discursiva entre las prácticas de incorporación social y las exigencias de deber ser de los sexos". ¿Cómo se materializarían, a tu juicio, estas sugerencias? ¿Bastaría, por ejemplo, con incentivos económicos para revertir el descenso de la natalidad?

No, no bastaría con incentivos económicos. En Europa y Uruguay se han aplicado esas medidas (¿Recuerdas el famoso escándalo de la portada de El Jueves sobre las actividades al fin remuneradas del Príncipe de Asturias?) y solo se incrementó la fecundidad en los grupos marginales (desempleados, migrantes), que ya estaban reproduciéndose ampliamente, aunque much@s no tuvieran los hogares más idóneos. La clave está en lograr que las mujeres de todos los grupos sociales (para saltarnos el detalle de la clase, que tan complejo es en Cuba) aumenten equilibradamente su fecundidad.

Cuando digo "coherencia discursiva entre las prácticas de incorporación social y las exigencias de deber ser de los sexos" me refiero a que una parte del problema radica en que el nivel educacional y la independencia económica hace a muchas mujeres retrasar la maternidad en beneficio de la carrera, tener un hijo en Cuba (y en muchos lugares más) sigue equivaliendo a perder un par de años o toda la vida laboral. ¿Por qué?, porque lo enfrentan solas en términos presenciales, aún cuando estén en pareja y halla respaldo económico. La coherencia discursiva estaría en que la tan cacareada incorporación femenina al espacio "público productivo" sea emparejada con la incorporación de los hombres al espacio "privado reproductivo", pero no ha sido así. Claro que hay hombres que se meten de lleno a la crianza, y van al médico, a la escuela, a zurcir uniformes, pero su número es pequeño y no está respaldado por una política sistemática y coherente de parte del Estado, que en cambio lleva 50 años acusando a las amas de casa de “no trabajar”.

Yo comentaba, a propósito del asunto del debatible crecimiento de la población cubana el año pasado que, de todos modos, el asunto no es solo que los hombres laven pañales. La fecundidad en la Isla está constreñida por varias razones socio-económicas de difícil abordaje. Se trata de un proceso multidimensional donde operan el desarrollo de las expectativas de vida de l@s habitantes, los derechos sexuales y reproductivos (de hombres y mujeres), la salud, el costo de la vida, la capacidad adquisitiva de los salarios, la infraestructura habitacional. ¿Por dónde se empieza? Hay quien menciona la falta de casas y de poder del salario para derivar la culpa al gobierno absolutamente, pero en Oriente las cosas están peor -hay migración laboral masiva e infraestructura deteriorada en alto grado- y la taza de natalidad es mayor (en 2006 Guantánamo y la Isla de la Juventud eran las únicas provincias con menos de 13% de personas mayores de 60 años -descartemos a la Isla por su demografía singular-; seguían en “juventud” Tunas, Santiago y Granma que oscilaban entre 13 y 25 %).

¿Propuestas concretas?
1) Modificación del discurso maternalista que impera en los medios de expresión de la cultura hegemónica (desde los libros de texto hasta los multimedias de educación sexual) por un discurso de corresponsabilidad en la reproducción –vaya, está lindo lo de “la niña nace para madre”, pero lleva crítica.
2) Ataque frontal a la legislación que presupone el protagonismo femenino en la crianza y popularización de estos cambios.
3) Rehabilitación de la infraestructura habitacional a lo largo del país –algo hemos avanzado con la reciente autorización para la construcción por cuenta propia.
4) Modificación de la legislación sobre la fertilización asistida para que su acceso no sea otro bastión de la “familia tradicional” esa que nadie sabe quién se la inventó ni cuándo fue mayoritaria en Cuba, porque si no parir es un derecho, hacerlo también.

2-. Las mujeres de tu generación en Cuba, las que conoces -tus amigas, tus colegas, tú misma- ¿por qué se deciden a tener descendencia, en condiciones generalmente difíciles? ¿Por qué otras postergan la maternidad o renuncian a ella?

La verdad, nunca le pregunté a nadie por qué o no permitirse un embarazo o continuar el que llegaba sin planificación.

Tuve dos colegas mujeres que, en medio de una de esas conversaciones sobre lo humano y lo divino, simplemente me dijeron "No quiero" y yo dejé la cosa ahí, no se me ocurría que debiera operar algo más que el deseo. Igual hay hombres que no quieren ser padres y ¿se les cuestiona? No lo se... También tuve compañeras de preuniversitario locas por terminar la licenciatura para "encargar" y yo las miraba como a locas escapadas ¿Para qué estaban en la universidad entonces?

Ahora mismo no recuerdo que entre mis colegas el tema la infraestructura -generalmente precaria- en que vivíamos fuera el límite de su fecundidad, sino el deseo de afianzar las carreras profesionales antes de embarcarse en lo de la maternidad/paternidad porque se lee como un par de años de retraso en la competencia -conste que hablo de escritor@s, ensayistas, gente de teatro y periodistas fundamentalmente. También está el hecho de que la mayoría de mis amistades son hombres gays, así que aquí acudo a los argumentos de los buenos chicos heterosexuales que me comentaban de las negociaciones con sus parejas. Para un profesor al que respeto mucho (hombre mayor de cuarenta) la cosa era diferente: quería una casa antes que un vástago y por eso lo habían pospuesto por... quince años.

Yo me decidí porque hice un balance entre mi edad, las perspectivas laborales y el ritmo de los cambios sociales en Cuba. El trabajo editorial y de escritura era satisfactorio y con un salario "aceptable": estaba bien posicionada. Si me ponía a esperar el descongelamiento que -se supone- liberaría el mercado inmobiliario, capaz que pasara la edad reproductiva. Por eso arranqué.

Mi prima se quedó embarazada por un fallo del anticonceptivo, tiene 20 años y ningún oficio, no planea embarazarse de nuevo.

Mi tía se lanzó a los 38 en su segundo embarazo porque quería "la parejita".

Te digo, las razones varían como... los colores del arcoíris. Igual siguen operando argumentos de los más antiguos "atraparlo", “afianzar el matrimonio”, "garantizar el derecho a la casa", que es como decir a la herencia, "realizarse como mujer". Sospecho que este último late muy en el fondo de las que manejamos el "acaso", y lo planificamos o posponemos, pero fantaseamos con el asunto una y otra vez. Si, el discurso maternal es raigal en Cuba (mirar el logo de la FMC basta) y sigue condicionando nuestros imaginarios, solo que algunas nos permitimos negociar con este modelo maternal, eso lleva al postergamiento, y unas pocas se libran, lo cual lleva a la renuncia.

Atención: hasta donde sé, por cierto, lo de tener hijos traumatiza tanto a heterosexuales como a lesbianas, aunque estas últimas tienen más trabas sociales para llevar adelante el plan. Por eso te incluyo en las medidas la legislación sobre la reproducción. Va y levantar las discriminaciones por orientación sexual en el seno del MINSAP genera un baby boom que nos libera a las “normales” de la carga.

Si quieren saber qué hicieron con mis opiniones lean el reportaje de Patricia Grogg "Alerta demográfica" en Cuba a la Mano.

sábado, 3 de enero de 2009

¿Acaso seremos definibles?

Dice Rogelio:
Y para entrar en materia, digamos que quiero referirme al material "A vuela Cuba", de la conocida bloguera Yoanis Sánchez, para expresar respetuosamente mis divergencias con los criterios que allí se asientan. Los familiarizados con la meteorología de la blogosfera cubana comprenderán de inmediato los recelos que acarreo, por la capacidad argumentativa de la aludida, su empuje mediático y, por supuesto, las acusaciones de agente del régimen que ya siento apuntar hacia mí.

Leer más en "Bubusopía, la ciudad virtual que desde Cuba creamos"

Cuba a 50 años de la Revolución: Algo sobre sus mujeres

A manera de introducción: una Isla… singular

“Ahora, lo primero es organizar,
reunir a todas las cubanas
que quieran trabajar por su patria”
Fidel Castro, 23 de agosto de 1960

Al analizar la orientación actual de las políticas "para las mujeres" en Cuba, se hace necesario analizar sus antecedentes, la existencia –o ausencia– y efectividad –o fracaso– de una política antidiscriminatoria en los cuerpos legales de la República de Cuba y en las políticas públicas impulsadas por el Estado en años anteriores. Por razones metodológicas, me referiré a las medidas tomadas después de enero de 1959.

Dos circunstancias arguyo para este corte: 1) con la toma del poder por el movimiento 26 de Julio, el Estado cubano alcanza una fuerza tremenda, que le permite por primera vez implementar programas de atención social realmente universales, 2) coincidentemente, a fines de la década del cincuenta el movimiento femenino de Cuba regresa al escenario político –tras la batalla por el derecho al sufragio, ganada en 1934–, con nuevas demandas para lograr la ciudadanía efectiva. El cruce entre un gobierno que evoluciona rápidamente del nacionalismo desarrollista al antiimperialismo y un movimiento femenino que busca la verdadera incorporación de las mujeres al espacio público estrecha los lazos entre ambos, ya que las mujeres beneficiadas por la Revolución de 1959 son personas ganadas para la defensa de un proyecto político y de desarrollo que nace acosado por los Estados Unidos (Castro, 2006:29-123).

El resultado será una serie de medidas educativas y de incorporación a la producción que, en poco más de veinte años, saca a las mujeres de la casa y cambia los patrones de empleo radicalmente. El censo de 1953 arrojaba 194 mil empleadas de una población de 3 millones de mujeres, de ellas 70% en el trabajo doméstico. En 1974 la cantidad absoluta de mujeres con empleo remunerado se había triplicado, eran ya el 25.3% del aparato estatal civil (Castro 2006:146). El acceso a la educación, el trabajo y métodos anticonceptivos científicos ha tenido, además, el típico efecto demográfico: tras un baby boom casi épico en el periodo de 1962 al 66, cuando llegó a haber 35 nacimientos por cada mil habitantes –unos 250 mil bebés por año (Espín Guillois 1988:18), la natalidad comienza a descender sistemáticamente a partir de 1971.


Sin embargo, se perpetúan los patrones patriarcales y de invisibilización de las mujeres en los espacios de decisión política y económica. Muestra de lo primero es que en la prueba piloto para la implementación del nuevo sistema de gobierno en febrero de 1974 –el Poder Popular–, solo serán mujeres el 7.6% de las personas propuestas como candidatas y las elegidas representan el 3%; al mismo tiempo, dentro del Partido Comunista de Cuba (PCC) el número de mujeres que trabaja como cuadros o funcionarias es 6% del total. En las empresas no les va mejor, ocupan el 15% de los cargos directivos en el aparato productivo, de servicios y administrativo (Castro 2006:146).

Conscientes de estas contradicciones, los círculos dirigentes del PCC y la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) se ocupan de que las mujeres estén específicamente protegidas en el proceso de institucionalización del país entre 1975-80, periodo en que se aprueban una nueva Constitución de la República (1976), la Ley 1289. Código de la Familia (1975, modificado en 1977) la Ley 24 para el perfeccionamiento del Sistema de Seguridad Social (1980) y otros mecanismos legales. Todos ellos darán cuerpo a la afirmación de la Ley fundamental de la nación (Capítulo IV FAMILIA, Artículo 35) de que “El Estado protege la familia, la maternidad y el matrimonio”.

Seguro nadie esperaba que el problema saliera justamente de ahí.

Mujeres, trabajo y otros demonios

“No nos pronunciamos por porcentajes determinados
[en cargos de dirección] ya que pensamos
que siempre debe ser elegido el mejor”
Vilma Espín, 1988

A medida que avanzaba la década de los ochenta, el índice de participación social de las mujeres aumenta, tanto en la educación como en los espacios productivos –37% de la fuerza laboral en 1985 (Castro 2006:183). Sin embargo, la organización de las relaciones de género patriarcal permanece inalterable. El Código de la Familia ha definido la igualdad de derechos de ambos cónyuges para la formación, administración y disolución del vínculo matrimonial, así como los relativos a la filiación de los hijos y las propiedades. Pero la igualdad de derechos no es igualdad de prácticas sociales porque sus exigencias sobre la colaboración en el espacio doméstico eran considerados “preceptos que no son estrictamente jurídicos, sino que son, fundamentalmente, de orden político y de orden moral” (Castro 2006:185), su impacto, por lo tanto, estaba normado por los lentos procesos de la evolución cultural.

Mientras, las políticas para las familias, llevadas a la base con el apoyo de la FMC y los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), seguían presuponiendo que la socialización de las labores domésticas podría sacar a las mujeres de su condición subalterna. Se pensaba que, fuera de los periodos de posparto y lactancia, el resto de las ocupaciones domésticas podían ser asumidas por los servicios públicos. El problema es que Cuba era demasiado pobre para dotar a cada mujer de una guardería, una tintorería y un restaurante en la esquina de su casa.

La lógica respuesta fue el alza del índice de divorcios y la baja de la natalidad. Se habló de “crisis de la familia” y otros horrores, pero pocas voces reconocían el problema de fondo: una institución arcaica enfrentada con mecanismos de resistencia por el grupo social tradicionalmente sojuzgado: las mujeres podían divorciarse, y lo hacían. Pero solteras o casadas, los recursos no bastaban para garantizar los servicios domésticos, permanecían agobiadas con la “doble jornada”, el gobierno se disculpaba alegando falta de recursos –real–, ellas seguían estancadas en las escalas inferiores de la estructura social y no se veía soluciones a corto plazo.

Desde mi punto de vista, la clave estaba en que se había abandonado el principio enunciado en el Código de la Familia, que reconocía el valor del trabajo reproductivo no remunerado y la obligación de ambos miembros de la pareja frente a él: “Artículo 27) (…) No obstante, si alguno de ellos solo contribuyere a esa subsistencia [de la familia] con su trabajo en el hogar y el cuidado de los hijos, el otro cónyuge deberá contribuir por si solo a la expresada subsistencia, sin perjuicio del deber de cooperar a dichos trabajo y cuidado.” Tal vez ni las personas que escribieron el párrafo reconocieron su poder –lastrados por los mismos marcos conceptuales que deseaban destruir–, y por eso se optó por asegurar la presencia de las mujeres en el espacio público sin exigir la equivalente presencia de los hombres en lo privado. En palabras de Alda Facio, se implementaban políticas públicas familistas:
En vez de continuar por el sendero de democratizar la familia conciliando y armonizando la esfera pública y la privada, es decir, tratando de lograr la igualdad dentro de las familias, esta forma de familismo parte de que el precio que deben pagar las mujeres por salir al mundo público es el sacrificio de la vida familiar y privada; para las que no salen al mundo público, la receta es protección en vez de derechos. (2006)
En Cuba, de hecho, la legislación era extremadamente protectora con las mujeres, incorporadas al mundo social o no, pero acaso por eso mismo se creó una falsa ilusión de avances que no significaban verdaderas transformaciones en la ciudadanía de las mujeres. El Estado intervenía para asegurarles su espacio, pero la misma omnipotencia del Estado socialista hacía parecer superflua la necesidad de presionar por el cambio de fondo en el entendimiento de los roles de género. Ello estancó a la larga la evolución de incorporación social y política femenina, provocó la invisibilización de prejuicios sexistas y heteronormativos que las discriminaban, e hizo permanente la insatisfacción de las mujeres más jóvenes con los modelos heredados de familia y maternidad.

Ruth Lister diría diez años después que se trataba de la capacidad para ejercer ciudadanía frenada por condicionamientos materiales: La igualdad formal para las mujeres en las esferas públicas en sus manifestaciones económicas, sociales y políticas, es minada por el peso de sus responsabilidades en lo privado, luego sus posibilidades de autodesarrollo son infringidas por las demandas del tiempo doméstico. Los hombres son privilegiados por esta situación, que les da ventajas sobre las mujeres en la esfera pública y les permite mantener su poder dentro y fuera del hogar (Lister 1998:130-132).

Para 1988, en una entrevista concedida por Vilma Espín –presidenta de la FMC– a la revista brasilera Claudia, se citan datos sobre la presencia de las mujeres en el espacio público que, si bien son superiores al resto de la región, denotan la ralentización del crecimiento: 38,7% de toda la fuerza laboral estaba integrada por mujeres –30% en 1980–, en la fuerza laboral de nivel medio o superior llegan al 56.5%, ellas son 33.9 % de la Asamblea Nacional del Poder Popular y, dentro del PCC se distribuyen como sigue: Comité Central, 13% de miembros efectivos y 27.8% de suplentes, Buró Político, 13%, militantes, 21.5% –18.9% en 1980 (1).

Podría ser que la tasa de crecimiento de estos índices llegara a un punto de inflexión por otros fenómenos sociales, pero la misma preocupación de los dirigentes del país por el peligro del retroceso en los logros sociales de las mujeres dice que estos números inquietaron. Por un lado se tiene conciencia de que la soluciones implementadas hasta el momento para promover la incorporación femenina dejan de funcionar, por otro no se sabe qué nuevas medidas tomar, ya que la orientación seguida durante treinta años tiende a la socialización de las labores familiares, no a la intervención en las relaciones de poder dentro del hogar.

La FMC no tiene respuestas nuevas que proponer al gobierno. La dirigencia femenina cubana está divorciada de los estudios de género internacionales y carece de opciones metodológicas que respondan a las exigencias de su militancia. La solución sigue llegando de las bases, con altos índices de nupcialidad y divorcio, señales de que la gente aún cree en los proyectos comunes, así como en su derecho a deshacerlos cuando no cumplen las expectativas.

Salvar las conquistas del socialismo

“Produciríamos solo para los muchachos,
para los que nacen,
para los que crecen”
Fidel Castro, 7 de marzo de 1990

Entre 1990 y 1997 Cuba vivió lo que oficialmente se denomina Periodo Especial en tiempo de Paz, una respuesta socio política a la contracción repentina de todos los sectores productivos tras la caída del Muro de Berlín. Entre 1989 y 1990 el Campo Socialista se derrumba y con él los acuerdos comerciales del Consejo de Ayuda Mutua Económica que aseguraban divisas, créditos, asesoría técnica, combustible, piezas de repuesto… se trata del 80% de los mercados de exportación y exportación. Desconectada de la dinámica comercial latinoamericana y aún acosada por las leyes del bloqueo económico norteamericano, Cuba debe hacer frente a una escasez sin precedentes de insumos materiales y combustibles con una infraestructura totalmente dependiente del petróleo extranjero, con los precios del azúcar derrumbándose en el mercado internacional y el eterno ataque de los ciclones.

Aunque la lógica de las dinámicas sociales sea negada, estas catástrofes económicas no repercutieron en los indicadores sociales más importantes: la mortalidad infantil, la salud materna, la esperanza de vida, siguieron mejorando. El desempleo y la pobreza no tomaron rostro de mujer. Se debía, por supuesto, a la extensiva y profunda implicación del Estado en la vida cotidiana de la nación y su férrea voluntad política de no ceder las conquistas alcanzadas desde 1959.

Sin embargo, la observación de algunos índices reflejan el impacto de la crisis de los noventa en el comportamiento reproductivo de la población: me refiero a los abortos. Según el Perfil Estadístico de la Mujer Cubana, desde 1968 hasta 1996 nacieron 5,6 millones de niños, y se registraron 3,2 millones de abortos (de cada 100 gestaciones, 36 terminaron en abortos) (Wikipedia 2008). Teniendo en cuenta la línea de evolución demográfica entre 1961 y 2003, es lógico suponer que la mayor proporción de estas intervenciones ocurrió en la década del noventa.


Se pueden observar tres claros puntos de inflexión en las pendientes de la línea: 1) 1975, el final del baby boom de la década anterior, 2) 1985, que atribuimos a la expansión económica y la mejora de las tecnologías de salud neonatal y pediátricas y 3) 1992, donde inicia una decadencia obviamente relacionada con la crisis y el deterioro de la infraestructura habitacional.

Por supuesto, la tendencia a la baja en las tasas de fertilidad de Cuba no se debe solo a la voluntad de las mujeres, sino también a que tienen acceso sanitario y apoyo legal para controlar sus cuerpos. Los nacimientos no volverán a aumentar en números absolutos hasta 1997 y después de eso continúan la tendencia de estabilización más bien baja que ya preocupaba a los analistas en la década anterior. Una tasa de fecundidad de 1.5 no es suficiente para renovar las fuerzas productivas del país, en especial una isla tropical con baja eficiencia económica y falta de brazos en los campos invadidos de marabú. Cuba envejece lentamente, y la única solución a la vista es aumentar la natalidad.

¿La culpa es de ellas?

“No se puede obligar a una mujer a tener un hijo”
Fidel Castro, 24 de febrero de 1998

En efecto, el final de la década del noventa y comienzo del siglo XXI fue testigo de una arremetida discursiva en pro de los valores de la maternidad digna de mejores causas, o presupuestos más realistas. Los artículos a doble página de Juventud Rebelde y Trabajadores se centraban en la pérdida que significaba para las profesionales cubanas ya cuarentonas no haber detenido sus carreras para tener bebés, o en las maravillas que tal experiencia implicaba para toda la familia. Es verdad que nunca nadie sugirió rescatar la legislación soviética al respecto tras la Segunda Guerra Mundial (2), pero sí se cayó en un hipócrita silencio sobre las causas económicas que constriñen la fecundidad de las cubanas –déficit habitacional y numerosas viviendas en mal estado, bajo poder adquisitivo del salario, etc.– de modo que la “culpa” recaía en nosotras. La natalidad no aumentó, y en 2006 la población cubana disminuyó en términos absolutos, como hacía notar Raúl Castro para argumentar las modificaciones en la Seguridad Social:
En el 2006 los nacimientos llegaron al nivel más bajo en los últimos 60 años y la población decreció en más de 4 mil habitantes respecto al año anterior. El año pasado, 2007, decreció un poco menos, producto de un pequeño incremento de la natalidad, pero se mantuvo la tendencia. Las personas con más de 60 años constituyeron en el 2007 el 16,6% de los habitantes del país (un año antes eran el 15,9%, o sea, en el 2006), y seguirá aumentando esta proporción en forma cada vez más pronunciada… (2008)


Esa fue una de las razones del gobierno para proponer una reforma a la Ley de Seguridad Social que entra en vigor en enero de 2009. Esa legislación no se modifica desde 1980 –aunque las pensiones fueron aumentadas recientemente–, y durante el 2008 Cuba vivió un proceso de debate febril sobre las ventajas y desventajas del anteproyecto. Por supuesto, este “Antepoyecto” trata de cumplir la afirmación constitucional de que “El Estado protege la familia, la maternidad y el matrimonio” (Art. 35) y lo hace –por desgracia– reproduciendo el presupuesto de las mujeres como seres económicamente dependientes y primariamente encargadas de las labores de cuidado dentro de la familia:
ARTÍCULO 66.- Son familiares con derecho a pensión: la viuda que participara en la unidad económica del núcleo familiar del causante o dependiera de ésta, siempre que el matrimonio tuviera no menos de un año de constituido o cualquier tiempo si existen hijos comunes o el fallecimiento del causante se origina por accidente común o de trabajo;
la viuda de matrimonio reconocido judicialmente que participara en la unidad económica del núcleo familiar del causante o dependiera de ella, siempre que el matrimonio tuviera no menos de un año de constituido, o cualquier tiempo si existiesen hijos comunes o el fallecimiento del causante se origina por accidente común o de trabajo; el viudo de matrimonio formalizado o reconocido judicialmente, de 65 años o más de edad, o incapacitado para el trabajo que participara en la unidad económica del núcleo familiar de la causante o dependiera de ésta, siempre que el matrimonio tuviera no menos de un año de constituido o cualquier tiempo si existen hijos comunes o el fallecimiento de la causante se origina por accidente común o de trabajo;
ARTICULO 68.- Si la viuda es menor de 40 años de edad y no tiene la condición de trabajadora habitual, estando apta para el trabajo y sin hijos que atender o padres que requieran su cuidado permanente al no poder valerse por sí mismos, tiene derecho a la pensión hasta el término de dos años, durante el cual debe gestionar su vinculación laboral.
Como se ve, el texto presupone roles bien diferenciados en las parejas y no prevé la posibilidad de un hombres ocupado en tareas de cuidado a adultos o de mujeres proveedoras del hogar. No solo reafirma una presunción social discriminadora, sino que deja fuera de su espacio normativo numerosas posibilidades asociada a ordenamientos familiares diversos, mucho más flexibles que la familia nuclear que imaginan los redactores.

El problema más grave no es ese, desde mi punto de vista, sino que los presupuestos en los folletos explicativos que circulan por todo el país, culpabilizan de modo implícito a las mujeres de que la edad de retiro se alargue cinco años y los condicionamientos para recibir pensión se complejicen. Estas explicaciones refuerzan “el dicotomismo sexual y el deber ser para cada sexo” (Facio 2006) y justifican la diferencia recordando que la “verdadera” función de las mujeres son la maternidad y el cuidado:
12- ¿Por qué se diferencia la edad de jubilación de la mujer y el hombre si en muchos países es igual para ambos sexos?
En Cuba es un principio la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Pero la mujer tiene una decisiva y creciente participación en la construcción de la sociedad, lo que se expresa en la incorporación al trabajo, la política, la defensa, sin renunciar a la función fundamental en el hogar, el cuidado de los niños y los ancianos. Es por ello, que mantener esa diferencia es un símbolo de igualdad (Granma 2008a).
La nueva Ley de Seguridad, entonces, traiciona el espíritu del ya lejano Código de la Familia y sanciona, a su vez, esa familia patriarcal, nuclear y heterosexual que preside todos los modelos legales de este lado del mundo y tal vez solo existe ahí, en los papeles.

Futuro de biberón y fax

“¿Dónde pongo lo hallado?”
Silvio Rodríguez

Algunas feministas de los sesenta imaginaron un mundo en que hombres y mujeres serían iguales gracias a la tecnología, que descargaría de las mujeres la pesada carga de la gestación. Sin embargo “Los actuales debates sobre las nuevas tecnologías reproductivas parecen normalmente tener como meta intentos casi reflejos de supresión de los padres sustitutos, la clonación y la experimentación genética, con lo que se impide el desarrollo de la infraestructura tecnológica para la crianza de niños biológica por sexos iguales” (Adam 2005) y personas con diversas filiaciones, no siempre duales, no siempre jerárquicas, deseosas de embarcarse en la aventura de la crianza. Eso en lo que respecta a sitios con alto desarrollo tecnológico.

En Cuba, el Ministerio de Salud Pública exige el matrimonio para acceder a los servicios de reproducción asistida, discriminando a mujeres lesbianas y heterosexuales, solteras y/o viudas. ¿No resulta un poco contradictorio frente a la crisis poblacional del país? A mí me parece que sí, coincido con Adam en que “la crianza de niños es otra posible frontera de la política familiar” ya que quienes no estén capacitados para gestarles por su cuenta, tendrán que someterse a las reglas heteronormativas del derecho y la salud. Es un conflicto latente que atañe directamente a las mujeres, porque descansa en el presupuesto de que la reproducción en nuestro destino y de que el Estado –como vocal de los intereses sociales– tiene derecho último a legislar sobre nuestra sexualidad. Pero las rebeliones continúan:
Con la llegada del siglo XXI, muchos de los ciudadanos de las sociedades industriales avanzadas (y en realidad también en muchas sociedades en desarrollo) muestran su desacuerdo participando en relaciones personales e íntimas que no corresponden con formas legalmente institucionalizadas y culturalmente materializadas recibidas del pasado. Buena parte de este fermento cultural es refrenada por discursos públicos empobrecidos sobre la declinación de la familia en textos gubernamentales, mediáticos, profesionales y, por supuesto, de las ciencias sociales (Adam 2005).
Pero al mismo tiempo, y a despecho de lo que legislen las instituciones para mantener vivo ese modelo de familia, las prácticas sociales lo superan. Y la respuesta de las personas insatisfechas, al menos en Cuba, es entrar una y otra vez en relaciones que pueden o no equipararse al matrimonio, ejerciendo sus bien ganadas autonomías económicas e integridad corporal (Lister 1998:126-130).

No creo que en Cuba las fuerzas productivas estén listas para superar el modelo de igualdad de oportunidades, pero este sería más efectivo si estuviera acompañado de cierta coherencia discursiva entre las prácticas de incorporación social y las exigencias de deber ser de los sexos. Más allá de la igualdad de oportunidades está la igualdad de prácticas.

La Habana-Quito, Octubre-Diciembre de 2008.
Notas

1 Datos de 1985: Castro Ruz, Fidel, 2006, “Discurso en el III Congreso de la Federación de Mujeres Cubanas” en Mujeres y revolución, Editorial de la Mujer, La Habana, pp. 163-179. Datos de 1988 Espín Guillois, Vilma, 1988, La batalla de la igualdad no es solo de las mujeres, es de toda la sociedad, Editorial de la Mujer, Ciudad de La Habana, p. 26-29.

2 “A las mujeres que han tenido y criado diez hijos se les otorga el título honorífico de «Madre Heroína» y se las condecora con la orden «Madre Heroína». Las madres que crían siete, ocho y nueve hijos son condecoradas con la «Gloria a la maternidad», y las que crían cinco o seis hijos con la «Medalla de la Maternidad».” Dirección Central de Estadísticas Anexa al Consejo de Ministros de la URSS, 1963, Las mujeres y la niñez en la URSS. Compilación estadística, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, p. 63.

Bibliografía
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  • Dirección Central de Estadísticas Anexa al Consejo de Ministros de la URSS, 1963, Las mujeres y la niñez en la URSS. Compilación estadística, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú.
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  • Granma, 2008a, “80 preguntas y respuestas sobre el anteproyecto de nueva Ley de Seguridad Social” en Granma, Año 12, No. 279, 6 de octubre, Ciudad de La Habana. Disponible en http://www.granma.cubaweb.cu/secciones/seguridad-social/art-004.html.
  • Granma, 2008b, “Anteproyecto de la nueva Ley de Seguridad Social” en Granma, Año 12, No. 279, 6 de octubre, Ciudad de La Habana. Disponible en http://www.granma.cubaweb.cu/secciones/seguridad-social/art-003.html.
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  • Wikipedia, 2008, “Demografía de Cuba” en Wikipedia, la enciclopedia libre. Disponible en http://es.wikipedia.org/wiki/Demograf%C3%ADa_de_Cuba.