Hoy me fui con Irina y Ñañón al carnaval de Amaguaña, un pueblo cercano a Quito, que técnicamente pertenece a la ciudad. Llegamos casi a medio día, de excelente humor, con el sol brillante, pero sin demasiado calor.
A nuestro alrededor, las personas se rociaban espuma de colores, reían y saltaban. Nosotros no podíamos comprar un pomo de espuma (1 usd), pero dejamos que nos bañaran en ella y nos tiramos fotos a montón. En cierto momento, noté que un chico insistía en rociarnos las cabezas, como de todos modos muchas personas avanzaban a lo largo de la calle en dirección a la tarima donde las reinas de belleza presidian el desfile, no le di importancia. Sin embargo, al cabo de un rato tuve la desagradable sensación de que él sonreía, luego desapareció. ¿Por qué me molestaba su sonrisa si ni siquiera había sido clara? No lo sabía, me pareció que estaba siendo estúpida, porque el chico hacía lo que todos a mí alrededor.
Al rato llegamos a la tribuna, donde mi compañera Nancy estaba con otros personajes del municipio. Con ella almorzamos y acabé tirándome fotos con la Reina de Amaguaña, una chica muy bien formada y simpática. Luego bajamos a El Ejido, la explanada de césped al costado del pueblo donde se había organizado el espectáculo cultural de la jornada. El problema es que las lluvias de estos cinco días dejaron la zona toda fangosa y hubo que montar unas plataformas a toda prisa, para que los trajes típicos no se ensuciaran. Allí abajo tomé un vasito de chicha, mientras una mujer muy orgullosa me contaba de su preparación y beneficios para todo el organismo. Sabía suavecita, diferente a todo lo que hubiera tomado antes, pero no le hallé por ningún lado el alcohol que esperaba (la verdad es que Irina me conoce).
Nancy nos dio botella de regreso a condición de descalzarnos, y fuimos de regreso a Quito hablando de las costumbres carnavaleras de medio Ecuador, la belleza de los paisajes quebrados de esta ciudad y la claridad de las arenas de Varadero. Al entrar el edificio, llevábamos las bolsas en una mano y los zapatos en la otra: el portero se nos quedó viendo muy extrañado. No estábamos borrachos, pero si eufóricos. Lavé los restos de harina y espuma de mi cabello y piel y me vine a contarte.
Espero tu domingo halla sido tan divertido como el mío.
A nuestro alrededor, las personas se rociaban espuma de colores, reían y saltaban. Nosotros no podíamos comprar un pomo de espuma (1 usd), pero dejamos que nos bañaran en ella y nos tiramos fotos a montón. En cierto momento, noté que un chico insistía en rociarnos las cabezas, como de todos modos muchas personas avanzaban a lo largo de la calle en dirección a la tarima donde las reinas de belleza presidian el desfile, no le di importancia. Sin embargo, al cabo de un rato tuve la desagradable sensación de que él sonreía, luego desapareció. ¿Por qué me molestaba su sonrisa si ni siquiera había sido clara? No lo sabía, me pareció que estaba siendo estúpida, porque el chico hacía lo que todos a mí alrededor.
Espero tu domingo halla sido tan divertido como el mío.
5/02/2008
ResponderEliminarOye, bien rico que la estás pasando!!!
Tu te lo mereces y me alegro muchísimo.
Sigue enviándonos estas sabrosas croniquitas.
Un besote,
Aren
05-feb/2008
ResponderEliminarAl final no entendí por qué el muchacho se reía... :(
¿Por qué se reía?
Veo que te va bien y/o tienes buen humor. Me alegro por ti.
En fin, saludos desde 1/4 del mundo más arriba de la mitad del
mundo (Si los números están mal tengo que revisar mis
conocimientos de geografía).
Saludos,
Fernando