Para Rogelio Juan Orlando,
que confiaron y desconfiaron,
pero aman el azul.
que confiaron y desconfiaron,
pero aman el azul.
La palabra, cifra de mil sensaciones y sueños, alcanzó su mente con la fuerza de una roca. Despertó.
La palabra se multiplicó en el eter con docenas de combinaciones y la fuente original se hizo difusa. La señal llegaba de diversas direcciones y distancias, con contradictorias intensiones. Inútil permanecer en la cama.
De un gesto abandonó el lecho y, con un segundo impulso, alcanzó la ventana. Vecinos de todo el barrio se asomaban o salían a la calle y proferían frases entrecortadas. Los hombres y mujeres caminaban con dificultad, como presos de una extrema emoción, o simplemente saltaban con las manos tendidas al cielo.
Unos instantes de contemplación le bastaron para saber que esa noche nadie lo vería, así que con un rápido giro saltó del balcón y trepó por la pared hasta el techo del edificio. Alcanzar la mole de concreto con el héroe de la mirada perdida en uno de sus lados fue juego de niños. Ya en su puesto de observación favorito cerró los ojos y concentró sus sentidos en el epicentro de la emoción: el edificio sin techo de las competencias. Ya antes, desde allí le habían llegado intensas emociones, pero eran de alguien con un pre-infarto por el dinero perdido o en éxtasis por el giro inesperado del certamen, nunca algo tan coherente. Mientras extraía su tarjeta de memoria de un bolsillo, para el informe de rigor, buscó entre los pensamientos de las personas reunidas datos más que sentimientos, comprendió así la magnitud del golpe que lo despertara.
“Retransmitieron el evento por las ondas electromagnéticas de modo que pudiera ser seguido de modo simultáneo por varios millones de habitantes. La potencia premeditada de esta transmisión no abarcó solo el archipiélago y sus alrededores, sino que, apoyada en las antenas-emisoras orbitales de control remoto, la competencia pudo ser vista por los habitantes de
Dejó de grabar sus pensamientos y sonrió por primera vez: eso explicaba la diversidad y fuerza del impacto en su mente. Empezó a asombrarle haber podido concebir el sueño.
Ahora le golpeó el calor. Abrió los ojos. Sobre él se desplegaba todo el esplendor de los fuegos aéreos. Los colores se derramaban sobre la ciudad como si todos los pájaros de fuego de la reserva natural de Klut hubieran desovado a un tiempo. Belleza y peligro entrelazados, como ante en aquellas hermosas noches...
Se hizo un silencio fervoroso mientras las plumas de los terribles animales se esparcían por el cielo nocturno y perdían su brillo. Los huevos, tan oscuros que resultaban invisibles, caerían en el blando barro del pantano y, calentados por el cielo, esperarían aún medio período de traslación planetaria para dejar salir a los polluelos.
Volvió a la realidad. Klut y los fervores rituales de su gente estaban lejos en el espacio y el tiempo. Ahora los Pájaros son Especie Protegida del Planeta y su período de desove una atracción turística donde se niegan a participar los intelectuales de la comunidad. Para aquellos reunidos en el edificio circular la celebración apenas comenzaba. No pudo evitar algunas asociaciones al reparar en que los vencedores se autodenominaban “Leones”.
El león es una Especie Protegida del planeta. No vive en estado natural en este archipiélago, pero sí en los continentes originarios de los emigrantes que conformaron la población actual. La victoria del Rey León esta noche tiene mucho de éxtasis religioso, confirma la supremacía de esta Ciudad frente a las otras. Tras
Dejó las notas y trató de escuchar solo un pensamiento. Sabía que tal método contravenía las normas: su trabajo era estudiar las reacciones colectivas de la especie. Fijarse en un solo individuo implicaba el peligro de ser descubierto o, peor, de parcializarse. Pero este pensamiento era muy intenso, se trataba de alguien cuya “voz” –término poético y primitivo de paradójica aplicación en este planeta– podía reconocer fácilmente en medio de las emociones colectivas. Tardó poco en localizarle.
Ahora todo tiene sentido: sus pensamientos son más nítidos porque tiene un objeto específico. Su rapto no es Colectivo, menos aún Místico. Tiene dentro de si una mezcla compleja de Lírica y Erotismo, el objeto de todo ese tumulto es una Hembra a su lado.
El muchacho hablaba con palabras agitadas, se interrumpía a menudo presa de la emoción.
–¿Ves? Que hallamos estado aquí, juntos, significa… Desde hace diez y ocho años no vencíamos así.
Los recuerdos volvieron a él. Allá, en el límite del Bosque, estrechó su mano mientras las plumas caían lentamente.
–¿Quieres que atrape una para ti? No compartiremos otro desove en diez y ocho ciclos…
–Yo sabía que este año sí… pero es tremendo haberlo logrado de modo… arrollador
–No sé… puedes hacerte daño.
–Es como escalar el Turquino juntos, o poder descubrir una medicina importante, ¿entiendes?
–¿Qué peligro? Yo vuelo rápido… Será un buen recuerdo cuando pase el tiempo.
–Y cuando pase el tiempo todo esto… los gritos, la carrera alrededor del diamante, todo será un recuerdo común.
–La pluma será un pequeño sol en tu habitación –ya dejaba sus dedos– y yo volveré justo cuando se apague.
Avanzó lentamente hasta la cima de uno de los árboles que limitaban el claro, varios jóvenes compartían su objetivo. Antes, atrapar las plumas de esos animales era una prueba de adultez, ahora viejos y ecologistas oscilaban entre el reproche y la sonrisa cómplice. Pocas son preferibles a las pruebas de habilidad y peligro.
–Un recuerdo aún más dulce porque lo sabremos compartido con alguien especial.
Otro ejemplar empezaba a tomar altura. En verdad era bello: la luz que se desprendía de su cola desplazó la noche por instantes. Debía saltar del árbol, atrapar la pluma y regresar a la floresta antes de que toda la luz del ave muriera, pues entonces él y todo su grupo atacarían cada ser viviente en el perímetro del claro.
–¿Te das cuenta? Hoy nadie ha pensado en nada diferente a nuestro León, si la victoria no llega a ser hoy…
La estrella se detuvo en medio del cielo.
–¿Para qué pensarlo? Es el día más hermoso desde lo de Marquetti.
Y se deshizo en mil pedazos luminosos.
Saltó de su rama sin más objetivo que aquella pluma que apartara la noche de sus ojos. Esa era de las mejores y más peligrosas: manipular en el aire un objeto de tamaño similar al de uno que solo puede ser tocado por un extremo so pena de terribles quemaduras. Eso es difícil. Pero si esa pluma es la última en liberarse, entonces, justo tras la pluma, vienen los pájaros, negros y mortales.
¡La atrapó! Torció a la derecha sin respirar, allí donde los troncos estaban más cercanos. Un batir de alas a su espalda. No puede mirar atrás sin reducir la velocidad. No tiene que mirar atrás para saber qué lo persigue.
–Y la primera noche de Victoria del siglo XXI en
Descendió suavemente, con la pluma a su izquierda. No pudo evitar un dejo de orgullo en la voz
–La he ganado para ti. Dentro de diez y ocho ciclos volveré, pero te dejo esta pluma de fuego. Es algo tuyo y mío. ¿Te gusta el color? Es como tu cabellera.
–¡Es evidente que Dios me ha recompensado al enviarte! –pero enseguida se asustó de sus palabras.
–Bueno, ahora debo prometer fidelidad a lo largo de mi viaje, ¿no? –acercó la mano derecha al centro del objeto radiante y repitió la fórmula consagrada por los juglares– “Tomo fuego de la hoguera celestial de mi amor, y el fuego del cielo para mi amor me preservará…
¡Vaya metedura de pata! Ella no era ningún objeto, pero sí lo mejor de su corta vida. ¿Lo entendería? Era más seguro cambiar de tema. ¿O no?
Calló y le miró a los ojos un poco avergonzado. Realmente el arrebato era grave, mencionar los cantos antiguos era algo serio, pero reunió valor para terminar con el ritual…
Sí, definitivamente era preferible cortar por lo sano, regresar al comentario del triunfo como si las referencias divinas jamás hubieran estado entre ellos…
–De ahora en adelante, hasta el fin del fuego, soñaremos en azul.
–De ahora en adelante, hasta el fin del fuego, soñaremos en azul.
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