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Vivir en Cuba y ser Queer ha sido elección. Mi vida es un fino equilibrio entre el ejercicio de la maternidad, el feminismo y el marxismo crítico.

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sábado, 23 de junio de 2007

LA NOCHE DEL LEÓN Y LOS PÁJAROS DE FUEGO

Para Rogelio Juan Orlando,
que confiaron y desconfiaron,
pero aman el azul.

La palabra, cifra de mil sensaciones y sueños, alcanzó su mente con la fuerza de una roca. Despertó.
La palabra se multiplicó en el eter con docenas de combinaciones y la fuente original se hizo difusa. La señal llegaba de diversas direcciones y distancias, con contradictorias intensiones. Inútil permanecer en la cama.

De un gesto abandonó el lecho y, con un segundo impulso, alcanzó la ventana. Vecinos de todo el barrio se asomaban o salían a la calle y proferían frases entrecortadas. Los hombres y mujeres caminaban con dificultad, como presos de una extrema emoción, o simplemente saltaban con las manos tendidas al cielo.
Unos instantes de contemplación le bastaron para saber que esa noche nadie lo vería, así que con un rápido giro saltó del balcón y trepó por la pared hasta el techo del edificio. Alcanzar la mole de concreto con el héroe de la mirada perdida en uno de sus lados fue juego de niños. Ya en su puesto de observación favorito cerró los ojos y concentró sus sentidos en el epicentro de la emoción: el edificio sin techo de las competencias. Ya antes, desde allí le habían llegado intensas emociones, pero eran de alguien con un pre-infarto por el dinero perdido o en éxtasis por el giro inesperado del certamen, nunca algo tan coherente. Mientras extraía su tarjeta de memoria de un bolsillo, para el informe de rigor, buscó entre los pensamientos de las personas reunidas datos más que sentimientos, comprendió así la magnitud del golpe que lo despertara.

“Retransmitieron el evento por las ondas electromagnéticas de modo que pudiera ser seguido de modo simultáneo por varios millones de habitantes. La potencia premeditada de esta transmisión no abarcó solo el archipiélago y sus alrededores, sino que, apoyada en las antenas-emisoras orbitales de control remoto, la competencia pudo ser vista por los habitantes de la Ciudad que estuvieran despiertos casi en cualquier parte de la superficie planetaria.”

Dejó de grabar sus pensamientos y sonrió por primera vez: eso explicaba la diversidad y fuerza del impacto en su mente. Empezó a asombrarle haber podido concebir el sueño.
Ahora le golpeó el calor. Abrió los ojos. Sobre él se desplegaba todo el esplendor de los fuegos aéreos. Los colores se derramaban sobre la ciudad como si todos los pájaros de fuego de la reserva natural de Klut hubieran desovado a un tiempo. Belleza y peligro entrelazados, como ante en aquellas hermosas noches...
Se hizo un silencio fervoroso mientras las plumas de los terribles animales se esparcían por el cielo nocturno y perdían su brillo. Los huevos, tan oscuros que resultaban invisibles, caerían en el blando barro del pantano y, calentados por el cielo, esperarían aún medio período de traslación planetaria para dejar salir a los polluelos.
Volvió a la realidad. Klut y los fervores rituales de su gente estaban lejos en el espacio y el tiempo. Ahora los Pájaros son Especie Protegida del Planeta y su período de desove una atracción turística donde se niegan a participar los intelectuales de la comunidad. Para aquellos reunidos en el edificio circular la celebración apenas comenzaba. No pudo evitar algunas asociaciones al reparar en que los vencedores se autodenominaban “Leones”.
El león es una Especie Protegida del planeta. No vive en estado natural en este archipiélago, pero sí en los continentes originarios de los emigrantes que conformaron la población actual. La victoria del Rey León esta noche tiene mucho de éxtasis religioso, confirma la supremacía de esta Ciudad frente a las otras. Tras la Era Atómica y en medio de la Revolución de la Informática los raptos de Misticismo Colectivo son frecuentes en el planeta. Pueden tener un carácter abiertamente religioso o manifestarse en competencias y enfrentamientos de diverso tipo.”
Dejó las notas y trató de escuchar solo un pensamiento. Sabía que tal método contravenía las normas: su trabajo era estudiar las reacciones colectivas de la especie. Fijarse en un solo individuo implicaba el peligro de ser descubierto o, peor, de parcializarse. Pero este pensamiento era muy intenso, se trataba de alguien cuya “voz” –término poético y primitivo de paradójica aplicación en este planeta– podía reconocer fácilmente en medio de las emociones colectivas. Tardó poco en localizarle.
Ahora todo tiene sentido: sus pensamientos son más nítidos porque tiene un objeto específico. Su rapto no es Colectivo, menos aún Místico. Tiene dentro de si una mezcla compleja de Lírica y Erotismo, el objeto de todo ese tumulto es una Hembra a su lado.
El muchacho hablaba con palabras agitadas, se interrumpía a menudo presa de la emoción.
–¿Ves? Que hallamos estado aquí, juntos, significa… Desde hace diez y ocho años no vencíamos así.
Los recuerdos volvieron a él. Allá, en el límite del Bosque, estrechó su mano mientras las plumas caían lentamente.
–¿Quieres que atrape una para ti? No compartiremos otro desove en diez y ocho ciclos…
–Yo sabía que este año sí… pero es tremendo haberlo logrado de modo… arrollador
–No sé… puedes hacerte daño.
–Es como escalar el Turquino juntos, o poder descubrir una medicina importante, ¿entiendes?
–¿Qué peligro? Yo vuelo rápido… Será un buen recuerdo cuando pase el tiempo.
–Y cuando pase el tiempo todo esto… los gritos, la carrera alrededor del diamante, todo será un recuerdo común.
–La pluma será un pequeño sol en tu habitación –ya dejaba sus dedos– y yo volveré justo cuando se apague.
Avanzó lentamente hasta la cima de uno de los árboles que limitaban el claro, varios jóvenes compartían su objetivo. Antes, atrapar las plumas de esos animales era una prueba de adultez, ahora viejos y ecologistas oscilaban entre el reproche y la sonrisa cómplice. Pocas son preferibles a las pruebas de habilidad y peligro.
–Un recuerdo aún más dulce porque lo sabremos compartido con alguien especial.
Otro ejemplar empezaba a tomar altura. En verdad era bello: la luz que se desprendía de su cola desplazó la noche por instantes. Debía saltar del árbol, atrapar la pluma y regresar a la floresta antes de que toda la luz del ave muriera, pues entonces él y todo su grupo atacarían cada ser viviente en el perímetro del claro.
–¿Te das cuenta? Hoy nadie ha pensado en nada diferente a nuestro León, si la victoria no llega a ser hoy…
La estrella se detuvo en medio del cielo.
–¿Para qué pensarlo? Es el día más hermoso desde lo de Marquetti.
Y se deshizo en mil pedazos luminosos.
Saltó de su rama sin más objetivo que aquella pluma que apartara la noche de sus ojos. Esa era de las mejores y más peligrosas: manipular en el aire un objeto de tamaño similar al de uno que solo puede ser tocado por un extremo so pena de terribles quemaduras. Eso es difícil. Pero si esa pluma es la última en liberarse, entonces, justo tras la pluma, vienen los pájaros, negros y mortales.
¡La atrapó! Torció a la derecha sin respirar, allí donde los troncos estaban más cercanos. Un batir de alas a su espalda. No puede mirar atrás sin reducir la velocidad. No tiene que mirar atrás para saber qué lo persigue.
–Y la primera noche de Victoria del siglo XXI en la Ciudad es nuestra, ¡nuestra!
Descendió suavemente, con la pluma a su izquierda. No pudo evitar un dejo de orgullo en la voz
–La he ganado para ti. Dentro de diez y ocho ciclos volveré, pero te dejo esta pluma de fuego. Es algo tuyo y mío. ¿Te gusta el color? Es como tu cabellera.
–¡Es evidente que Dios me ha recompensado al enviarte! –pero enseguida se asustó de sus palabras.
–Bueno, ahora debo prometer fidelidad a lo largo de mi viaje, ¿no? –acercó la mano derecha al centro del objeto radiante y repitió la fórmula consagrada por los juglares– “Tomo fuego de la hoguera celestial de mi amor, y el fuego del cielo para mi amor me preservará…
¡Vaya metedura de pata! Ella no era ningún objeto, pero sí lo mejor de su corta vida. ¿Lo entendería? Era más seguro cambiar de tema. ¿O no?
Calló y le miró a los ojos un poco avergonzado. Realmente el arrebato era grave, mencionar los cantos antiguos era algo serio, pero reunió valor para terminar con el ritual…
Sí, definitivamente era preferible cortar por lo sano, regresar al comentario del triunfo como si las referencias divinas jamás hubieran estado entre ellos…
–De ahora en adelante, hasta el fin del fuego, soñaremos en azul.
–De ahora en adelante, hasta el fin del fuego, soñaremos en azul.

miércoles, 6 de junio de 2007

OLEO DE UNA MUJER CON SOMBRERO

Una mujer con sombrero,
como un cuadro del viejo Chagall,
corrompiéndose al centro del miedo
y yo, que no soy bueno,
me puse a llorar
Silvio Rodríguez

–Mira que tú comes mierda.
Lo dijo así, muy bien articulado, como siempre dice las malas palabras. El resto de las palabras no, casi no mueve los labios, pero mierda es para él una palabra especial.
–No soy ninguna comemierda, digo que this is this, lo terminé.
Me mira, mira el cuadro, chupa el filtro de su cigarrillo, lo tira.
–Faltan cosas, tú sabes... hay espacios en blanco.
–Hay vacío –le aclaro. Me siento, tengo un cansancio repentino después del golpe de adrenalina que fue mostrarle el cuadro. –y el vacío es parte del cuadro.
–Mierda conceptualista no. Es suficiente mierda que te hayas puesto a pintar.
–A lo mejor, pero dio resultado.
–Sí, no nos morimos de hambre... Pero no puedes terminar el cuadro así, simplemente no está terminado.
–Van Gogh no terminó Los Girasoles.
–Tú tienes dos orejas, no compares...
Ahora está pensando, lo sé porque el rostro le cambia. Deja a un lado el personaje de crítico de arte. Sentado a mi lado vuelve a ser, simplemente, mi hermano.
–¿Tú estás vacía? ¿No puedes completar el cuadro?
–Eso es lo que yo quiero decir, que hay cosas que flotan en el vacío. No tiene nada que ver conmigo.
–No mires ese pedazo de tela. Mírame a mí
–Tu no eres crítico de arte ni un carajo, a ellos les encantará.
–¡Esos no te conocen!... Creí que lo habías superado.
–Yo no tengo nada que superar. –la voz me salió un poco brusca.
–En esa tela falta el odio, o el dolor, o el alivio que sientes. Es el primer cuadro de la temporada, si no puedes llenarlo vuelve a escribir; no vamos a poner basura en la galería.
–¿Vamos? Jamás pensé exponer esto, es mío.
Se levanta mientras busca un nuevo cigarro en el bolsillo, vuelve a mirar la tela, ha dejado de prestarme atención: es un recurso que tiene para dar aire definitivo a sus conclusiones.
–Si no lo terminas, si no eres capaz de lanzar los demonios que sé que hay dentro de ti, voy a quemar la tela, para que no me recuerde que planeaste convertirte en una hipócrita mediocre.
–Estás loco. –ordenar los pinceles me permite ocultar el temblor de las manos. Mi recurso es inverso al suyo: no prestarle atención; así la conversación no suena tan seria. –Acabarás contratando un exorcista.
–No solías ser autocomplaciente, no con las cosas serias. ¿Para qué plasmar una idea incompleta? Nunca te agradaron los críticos de arte: decías que se inventan un cambio de estilo de la nada, y que creen que Chagall y Picasso influyeron a toda la humanidad, incluso a los que jamás los vieron.
–Aún lo creo.
–Pero con esto. –dice "esto" en un tono tan venenoso –los vas a complacer. Sé que parece completo, pero que no lo está.
–La que puede decidir si el cuadro está acabado soy yo. –cubro la pieza con un paño. –y he decidido que acabé.
–Mira que eres comemierda.
–¡Ya dijiste eso! ¿No sabes cuánto me molesta la pobreza en el lenguaje?
–A mí me molesta la cobardía.
Va a tirar la puerta, le encanta tirar puertas detrás de si, por eso no tengo nada colgado cerca de ellas.

No, no me voy nada. Se lo voy a decir y bien. Se va a creer que porque tiene portadas en La Gaceta puede olvidar y ahora es cuando no puede hacerlo. Tengo ganas de estrujarle su sombrerito, de restregarle la cara por el óleo aún fresco de este cuadro timorato, de golpearla por haber dejado de ser valiente.
–Fíjate bien: también era mi familia, también yo perdí. Nunca te reproché que tiraras tu carrera y empezaras a pintar. Admito que nos fue bien. ¡Porque pintabas la verdad! Ajusté muchas cuentas con el pasado en aquellas exposiciones. Quise creer que habías aprendido a vivir con el pasado a las espaldas, que volverías a reír con los ojos. ¡Pero me sales con esta mierda formalista! –todo suena un poco peliculero. ¡Qué difícil es hablar sin darse cuenta de lo inútil de las palabras! Ya no puedo evitar los gritos de rabia. –No se vale pintar las cosas a la mitad coño. Y por eso mismo voy a quemar esta tela si no pintas la verdad.
–¿Qué verdad? ¡No hay ninguna verdad más allá de esa! –está gritando, estruja el sombrerito como yo quise hacerlo. ¡Logré sacarla de sus casillas! –La maternidad es así, una idea flotando en el vacío, cuando uno sale a la realidad las puñeteras causas y azares le joden la vida.
–¿Te sientes culpable? Pinta tu culpa. ¿Crees que fue mi responsabilidad? Pinta tu rabia, pero pinta de veras.
–No fue culpa de nadie coño. Eso es lo que más me jode, que no fue culpa de nadie.
Está llorando. Los mocos se le mezclan con las lágrimas ¿Por qué moqueará la gente cuando llora aunque no tengan catarro? La pierna izquierda se le está doblando, se va a caer... ¡se cayó!
–No te acerques, sé pararme sola. –ahora se arrastra hasta la pared y usa la barra de ballet adosada para incorporarse. La blusa se entreabre en el esfuerzo y distingo sus senos... Solían ser cálidos.
–No voy a discutir más contigo. Hay gente que muere, hay cuadros que nunca se llenan de óleo.
–Tu no estás vacía.
–¡Cállate!
–Te he dicho miles de veces que intentes ser madre de nuevo, poner las hormonas en su lugar...
–Tu sí que haces buenos chistes.
–Conozco a varios dispuestos a mucho por ti. Hasta a darte un hijo sin hacer preguntas.
–No. Los hijos no se tienen con el aire. –sigue aferrada a la barra, aunque hace tiempo que logró poner la pierna derecha en equilibrio. Parece tan débil por unos instantes...

¿Para qué discuto todo esto? No hay argumentos para rebatir sus palabras: son verdades como templos. Tengo hambre.
–Tienes razón ¡quema la tela!
–¿Cómo?
–Que quemes el cuadro, no tiene sentido nada de lo que he dicho. Ganaste.
–¿Adónde vas?
–No voy a ahogarme en la bañadera, simplemente tengo hambre.
Yo no tiro puertas, de niña lo hacía, ya no. Ahora soy una mujer educada. Casi voy a cerrarla camino de la cocina, cuando me doy cuenta de la única respuesta posible:
–¿Sabes? Siempre quise tener hijos con un hombre muy especial. Creí que nunca hallaría alguien como yo soñaba, por eso me casé con uno no tan especial. De haber esperado un poco, habría conocido al hermano de mi novio siendo los tres solteros, y todo había sido distinto. Ahora hay demasiados muertos entre nosotros. El día que salí del hospital y me dijiste «hermana», ¡tú no te imaginas cuánto me dolió! Me arrancaste el último sueño que me quedaba, que me daba esperanzas para rehacerlo todo. Porque yo iba a rehacerlo todo, y esta vez de la manera correcta: con amor. Pero tú decidiste que yo era tu hermana, ¡¡qué la mujer de tu hermano muerto era tu hermana!! y ya. No tengo valor para preguntarte nada, nadie me va a arrebatar el hijo que tengo en mi corazón contigo, ni siquiera tú.
Respirar hondo, muy hondo, mamá decía que eso ayudaba.
–¿Quieres tortilla de cebolla para almorzar?