Para Boris, por las ideas
– ¿Dígame?
– Hola N., ¿cómo estás?
– ¡Ah!, eres tú Y. Estoy bien, gracias.
– Oye, ¿B. está por ahí?
– Sí, ahora te lo pongo…
– Dígame Vicentina…
– Sabes que no me gusta eso, yo tengo nombre.
– Es que se me olvida…
– Sí, sí. ¡A lo que iba! ¿Crees que valdrá la pena que mande un cuento al concurso ese de la Gaceta?
– ¿Tú? Mira, yo no soy quien para cortarte las alas, pero me parece que…
– Que una desconocida no podría ganar.
– No, eso no. Pero tengo un amigo que fue jurado de un premio de esos… y tus cuentos no van por la onda de lo que se premia hoy en día.
– Pero podría ser un cuento medio… lésbico-grotesco.
– Entonces tienes el premio asegurado, ahora está de moda premiar cosas asquerosas y gays… Ay, como si no hubiésemos tenido maricones toda la vida… ¿Y por eso me llamaste?
– Básicamente. ¿Sabes?, estoy pensando en el inicio del cuento. Podría ser yo limpiando la caca de la perra por la mañana.
– Es un buen inicio.
– Sí, pero más que realismo sucio es ciencia–ficción… ¡Tal vez podría poner esta conversación!
– ¿En el cuento que vas a mandar al concurso hablas de que quieres ganar el concurso?
– Al negro ese… ¿Cómo es que se llama?... Es uno de los Alberto G.
–¿Guerra?
– Ese mismo, a él le funcionó con "Finca Vigía".
– ¿No te parece que el referente está muy cercano?
– Sería una onda postmoderna… intertextual por lo de Guerra, y autorreferencial, porque quiero comprarme unos zapatos nuevos con el Premio.
– Pero eso no va con tu estilo
– Es "El estilo del sin estilo", como decía ese personaje del "Yellow Submarine"… Hilary.
– ¿Hilary no es la mujer de Clinton?
– También. ¿Ellos habrán visto el "Submarino"…? Eso es algo que debería recoger en sus memorias la compañera Hilary… ¿no crees?
– Eso es algo que puedes poner en el cuento, sería "Oyendo un disco de los pequeños Beattles".
– Jugar a la intertextualidad con Sacha… Na', para eso le pongo "El cumpleaños del fósforo" o "Figuras en el trapo" y describo mi cocina sin agua corriente, ni luz eléctrica y así volvemos al realismo sucio. ¡Las figuras serían cucarachas, por supuesto!
– ¿Tú no tienes luz en la cocina?
– Se me fundió el bombillo, si me regalas uno…
– Cuando cobre.
– Por cierto… ¿A. se encuentra por los alrededores?
– ¡Acabáramos! Tú llamas para saber si están los cheques del derecho de autor.
– También llamo para hablar contigo chico.
– Pues ni el sol del guaniquiqui ¿sabes?
– Se me acaba de ocurrir otro detalle pa'l cuento, una onda kafkiana, los personajes no tienen nombres sino iniciales: N., B., A., Y…
– Me parece que te cogiste muy en serio el Post ese de mierda, que, después de todo, no es más que una impostura europea. De este lado del mundo seguimos construyendo la Modernidad, ¿para qué tanto Vanguardismo?
– ¿Vanguardismo reproducir una conversación telefónica que, además, voy a pagar yo? ¡Si eso es puro Naturalismo!
– ¿Y esta es nuestra conversación?
– ¡Claro que no B.! Esto es ficción, una fusión de varias conversaciones nuestras y reflexiones literarias mías, pero hay que darle conflicto a la narración.
"En realidad es viernes por la noche (11:28 marca el despertador digital) y yo apoyo la libreta en la cabeza de mi novio, que duerme sobre mis muslos. Mientras escribo, el brazo roza, a veces, mis pezones fríos, porque estoy sentado en la cama con un calzoncillo nada más."
– Ahora que ya sabes que somos ficción. Tú por ser mi visión de una persona real, infinitamente más compleja. Yo porque ningún escritor se confiesa totalmente en sus textos, y el que piense lo contrario es más bobo que el primo de Angulo…
– ¿El que…?
– Ese mismo. Ahora que te he tranquilizado con nuestra naturaleza irreal, ¿podemos volver a los conejos de España?
– Sí, claro. Nos quedamos en que tú ibas a pagar la llamada.
– Sí, porque yo te llamo desde mi casa para hablar contigo del cuento que quiero escribir para el concurso…
– Esto toma una estructura circular que va a marear al lector.
– ¿Y a quién le interesan los lectores? Yo escribo para sacar los demonios de mi cuerpo, ganar dinero y comunicarme. Eso es el orden de importancia exacto y allá los puristas que me salgan con la cantaleta de no comercializar el arte. Porque Shakespeare, hoy en día, habría escrito telenovelas.
– Déjame hablar o esto se vuelve un monólogo.
– ¿Tú no eres MI personaje?
– ¡Por eso mismo! No te creas que yo voy a estar como los policías de las películas americanas, que nada más aparecen para que sus uniformes azules contrasten con la sangre que los mafiosos y el Bueno han derramado. ¡Yo tengo dignidad ficcional!
– Si sigues así de insolente termino el cuento.
– ¡Pues termínalo chica! Me tienes cansado con tu indecisión. Esta historia es un experimento formalista sin la menor trascendencia y me niego a permanecer en ella.
– B., tú no eres Rusell Crowe, ni Leonardo Di Caprio.
– Pero puedo terminar este cuento.
– Ja, ja, ja. ¿Cómo?
– ¿Esto no es una conversación telefónica? Pues me despido y cuelgo.
– ¿Eh?
– Bueno Vicentina, te doy una canción como un disparo y take care por ti, porque de los good ones quedamos pocos. ¡Chao!
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